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Sinopsis

Juan Crisóstomo era un gran conocedor de los escritos de san Pablo, que había leído y comentado con detenimiento, y un entusiasta admirador de su vida, como queda patente en su comentario a los Hechos de los Apóstoles. Los discursos que componen este volumen no son un único tratado, sino siete piezas oratorias, pronunciadas en momentos diferentes, que tienen en común la figura de san Pablo, su personalidad, sus cualidades y su actividad apostólica, con el fin de honrarlo, elogiarlo y proponerlo como modelo. Sin embargo, desde muy pronto han sido publicados uno tras otro formando una unidad literaria. Y si bien todos ellos tienen en común los elementos que denotan un mismo autor, lo relevante es que cada uno constituye una pieza independiente sobre un tema concreto y con un desarrollo propio. Crisóstomo pronunció numerosos panegíricos de personajes del Antiguo Testamento y de algunos mártires, pero ninguno de ellos llegó a ser tan célebre como los siete discursos que forman este Elogio. Son muchas las virtudes del Apóstol que nuestro autor pone de relieve, pero quizá, entre todas ellas, destacan tres características del alma de san Pablo: la santidad, su celo apostólico y su fidelidad a la cruz de Cristo, que hacen de él, hoy como ayer, un modelo vivo de perfección cristiana.

Autor

Ordenado sacerdote en febrero del año 386, al comienzo de la Cuaresma, comenzó enseguida su actividad de predicador revelando una clara y profunda concepción del bautismo, debida por una parte, a su experiencia personal y, por otra, a la tradición que se hallaba presente en la Iglesia de Antioquía. "Boca de oro" fue llamado, precisamente por su carisma especial. Su auditorio en Antioquía y en Constantinopla, a menudo estallaba irresistiblemente en aplausos cuando le oía con su estilo brillante y popular, original, imprevisible y vivo. Pues bien, toda su extraordinaria oratoria, todos sus discursos, apuntaban a algo esencial: llevar a las gentes a la práctica del Evangelio, sin medias tintas. Él, que durante cierto tiempo, se formó con los ermitaños, en los alrededores de Antioquía, quería que se realizase aquella perfección de los monjes -aquella vida angélica, como él la llamaba-, en medio del pueblo, entre gentes de todas las profesiones y estados; en la ciudad, en las familias. Ésta era una de sus ideas dominantes. Por eso Juan Crisóstomo ha sido, con razón, definido como maestro de la vida cristiana para los laicos. Y no fue casual el que Juan XXIII lo proclamara "celestial patrón" del Concilio Vaticano II.

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Información

Publicado por:  Editorial Ciudad Nueva

Primera edición:  26 de mayo de 2009

ISBN:  978-84-9715-168-9

Páginas:  176

Formato:  20,5x13,5

Peso:  210





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