
Harvard Library | 3 42° 22' 25.9" N 71° 6' 59.0" W
Bibliotecas de todo el mundo cierran sus portales virtuales al encontrar discrepancias entre sus ediciones bilingües físicas y las digitalizadas
Desde el pasado mes de septiembre el archivo digital para investigadores de la Harvard Library se encuentra cerrado por mantenimiento. En un breve comunicado, Anne Atkins, Jefa del área de preservación digital de Harvard, escribe: "La Biblioteca de Harvard reconoce los errores cometidos en la digitalización de obras bilingües de los siglos XVI en adelante. Estas inexactitudes han distorsionado la comprensión de importantes textos históricos. Lamentamos profundamente estos errores y nos comprometemos a corregirlos mediante nuevas traducciones precisas."
Según Atkins, durante una revisión de rutina del fondo antiguo se encontraron pequeñas discrepancias entre la versión digital de las traducciones y sus originales en papel.
Como si se tratase de una pandemia bibliográfica, en las siguientes semanas otras bibliotecas especializadas del mundo han encontrado errores similares y las Bibliotecas Nacionales de España, Francia, Buenos Aires, Alemania e Italia, a las que se suma la Biblioteca Rafael Alberti de Camas (Sevilla); han comenzado a cerrar, temporalmente, sus acervos digitales. También han limitado el acceso otras bibliotecas especializadas como la de Cambridge, MIT, la UNAM o la Biblioteca-Universidad de Estudios Extranjeros de Beijing.
Julia Salguero, directora de la Biblioteca Nacional, al ser preguntada por este periódico, nos cuenta que tras el aviso de la Universidad de Harvard, con quienes se realizó años atrás un proyecto de digitalización de diarios de navegación bilingües del siglo XVII, encontró discrepancias entre el texto digital y los manuscritos. Salguero fue la primera en notar que mientras los textos digitales son consistentes, los libros físicos muestran diferencias no solo con el archivo digital sino también entre ellos.
Rosa Alcántara, una de las investigadoras de este fenómeno, nos cuenta que, al comparar las ediciones físicas de diferentes ejemplares que salieron de las mismas planchas de imprenta, los expertos han encontrado ligeras inconsistencias, no solo en la traducción, sino también en el original. Ambos parecen estar mutando en paralelo.
Mientras que en algunos ejemplares la “pietra” se traduce por “piedra”, en otros aparece como “guijarro”. Por otro lado, textos que en español se tradujeron como “Algarabía”, en algunas versiones alemanas se ha mantenido como “Wirrwarr”, haciendo referencia a la mezcla desordenada y la confusión, mientras que en otros aparecen como “Kauderwelsch”, más cercano al carácter inteligible de la “Algarabía”. Estas variaciones, aunque mínimas, parecen aumentar con la edad del libro y disminuir si se trata de libros que han sido expuestos por períodos prolongados.
Por ahora, la hipótesis más común de los investigadores es que, mientras los libros están abiertos, original y traducción transcurren en paralelo, sin embargo, al cerrarse, ambas versiones quedan frente a frente y conversan.
Si bien los expertos reconocen que esta hipótesis es, por ahora, indemostrable, no tienen dudas de que lejos de la mirada de bibliotecarios, en la intimidad de las estanterías, los textos permanecen vivos, las traducciones dialogan con sus originales y se influyen mutuamente.