
Cuatro peras al sol de septiembre.
Cuatro mujeres. Buenas,
con gran armonía entre sí.
Emanan paz, una luminosidad que las envuelve.
Una, erguida y sólida como una roca,
lleva las marcas casi invisibles de la batalla,
pero no le importa.
Es el faro que guías las demás.
Otra, es más frágil y se recuesta
en ella con mucho afecto. Sabe que
en ella encuentra su paz y su fuerza.
La tercera apoyada apenas, no por fragilidad
si no por la conciencia de poder crear
belleza para los otros junto a ella.
La última, sutilmente apartada,
la más deteriorada, aún muestra
las huellas de la batalla. Pero
se yergue, firme y sólida. A pesar de todo,
ha vencido. Y puede, con toda
dignidad, estar junto a sus tres amigas.
