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Salvar Europa

Pascual Ferrara

La catástrofe financiera griega pone en peligro el proyecto político europeo.
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Dicen que no es raro que un griego diga «me voy a Europa», cuando está por emprender un viaje a Francia, Italia o Alemania. Es chocante, porque Grecia no sólo está en el continente europeo, es Europa, forma parte de la Unión Europea y participa de la moneda única, sino que además, y en buena medida, fue el crisol de la cultura y la política europeas. Paradójicamente, más de veinte siglos después de aquello, corremos el riesgo de que Grecia sea esa primera grieta en el edificio europeo capaz de desencadenar su derrumbe. De hecho, en los últimos meses se ha barajado la hipótesis de una Europa no a dos velocidades, sino a velocidad reducida, a juzgar por lo que se ha tardado en afrontar la catástrofe financiera griega. Al menos, con las medidas adoptadas para sacarla del agujero, se ha demostrado que una cosa es el fracaso de los bancos y otra el de los gobiernos. Dado que la crisis financiera mundial aún no ha podido deshacer el nudo de la regulación de los mercados y así evitar la especulación salvaje, la consecuencia para Europa (después de Grecia, España, y en la cola Portugal e Irlanda) es que tampoco se puede deshacer el nudo de la gobernanza económica común, pues de eso se trata en el fondo. Es decir, renunciar una vez más a la defensa miope de los intereses y las “virtudes” nacionales y poner por encima de todo un relanzamiento económico, social, financiero y ético de este continente que siempre está pretendiendo ser referencia para las grandes áreas emergentes del mundo. El verdadero peligro que corre Europa no es tanto un clamoroso colapso político, incluso antes que financiero. El verdadero peligro consiste en una atrofia de su proyecto, que se deriva de la ausencia de una auténtica clase política. Sobre el fracaso de Grecia, Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo, dijo en su momento que ni siquiera habría que tomarlo en consideración; bueno, pues ya quisiéramos que alguien nos dé seguridad de que tampoco tenemos que tomar en consideración el fracaso del proyecto político europeo.



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