Da la impresión de que los episodios de terrorismo islamista de los últimos meses, desde Charlie Hebdo al atentado de Túnez del 18 de marzo...
Da la impresión de que los episodios de terrorismo islamista de los últimos meses, desde Charlie Hebdo al atentado de Túnez del 18 de marzo, en el que murieron dos españoles, se hayan llevado por delante, como las recientes crecidas del Ebro, todo el trabajo paciente y laborioso que durante años ha tratado de fomentar el diálogo, la confianza y el conocimiento recíproco entre personas de distintas creencias y sus respectivas comunidades.
Los que están convencidos de que el diálogo entre fieles de distintas religiones es una pura quimera no han perdido el tiempo en reclamar el retorno de la «razón». Aún así, en distintas manifestaciones se ha dejado oír cada vez con más claridad la voz de los que vuelven a proponer con coraje la posibilidad de dialogar. Un ejemplo cercano lo tenemos en la respuesta que dio en L’Hospitalet de Llobregat el movimiento Unitat contra el Feixisme i el Racisme el 11 de marzo, convocando a sus seguidores a la misma hora y a poca distancia de la concentración de Pegida, el movimiento surgido en Alemania que está contribuyendo a la demonización del islam.
Quizás lo más inquietante en todo esto es saber cómo interpretar los hechos para entender cómo hay que actuar. Porque te encuentras con gente, jóvenes y adultos, deseosos de encontrar la clave de lectura a todo lo que está pasando, con el fin de poder renovar su convicción de que el diálogo sigue siendo posible. Muchos líderes religiosos, ya sea cristianos, musulmanes o judíos, no solo han condenado la violencia, sino que han animado a no perder la esperanza. Lamentablemente estos llamamientos no suelen ser noticia.
Cada uno de nosotros está llamado a vivir algún tipo de diálogo. Quizá simplemente con nuestros vecinos o con los padres de los compañeros de nuestros hijos que han venido de otro país, tal vez musulmán. Además, es necesario también hacer el esfuerzo de aprender a descodificar los mensajes que nos lanzan los medios de comunicación, a menudo manipulados y ante los cuales te sientes desarmado. Y sobre todo, hemos de ser conscientes de que el diálogo depende de cada uno, de mí en primera persona.
CN