Viendo las imágenes de los efectos devastadores del tifón Haiyan que ha asolado las Filipinas dejando miles de víctimas...
Viendo las imágenes de los efectos devastadores del tifón Haiyan que ha asolado las Filipinas dejando miles de víctimas, uno no puede por menos que preguntarse qué se puede hacer para intentar paliar, siquiera mínimamente, el sufrimiento de los afectados. ¿Por qué siempre los afectados de estas catástrofes naturales son los más pobres? ¿No será que el orden mundial está establecido de forma que los bienes necesarios no lleguen a todos por igual?
Dándole vueltas a este tema, una amiga me dice que un grupo de familias amigas han decidido preparar dulces y café y venderlos a la puerta de algunas iglesias. Lo recaudado irá para los damnificados. También un grupo de jóvenes que prepara un concierto con la misma finalidad. Y así miles de personas que se movilizan para dar una respuesta en una cadena de solidaridad que une el mundo entero. ¿Y eso no es ya una Navidad anticipada? Jesús vuelve a nacer en medio de las ruinas para hacerse solidario con el hombre de hoy, para compartir su destino, con una ilimitada capacidad de amar que da sentido a todo sufrimiento humano.
Decía el Papa Francisco en la última entrevista mantenida con el presidente italiano, Giorgio Napolitano: «La tarea de la Iglesia es dar testimonio de la misericordia de Dios y animar respuestas generosas de solidaridad para abrir a un futuro de esperanza, porque donde crece la esperanza se multiplican también las energías y el compromiso por construir un orden social y civil más humano y más justo, y emergen nuevas potencialidades para un desarrollo sostenible y sano».
Navidad es el nacimiento de Jesús y también de algo nuevo que mueve la historia del hombre. Podríamos decir que es el origen de un orden social y civil más humano y más justo. Navidad es una respuesta de esperanza, que nos mueve a ti y a mí, a todos nosotros, en favor de los necesitados para contribuir a darles lo que les pertenece, en igualdad de dignidad con el resto de los hombres.
En 1973 Chiara Lubich escribía: «Navidad es un estímulo para trabajar, para volver a poner en medio de la sociedad en la que vivo la presencia de Cristo, que se encuentra allí donde dos o más están unidos en su nombre. Casi una Navidad espiritual cada día en las casas, en las fábricas, en los colegios, en los edificios públicos… Este día navideño me abre también el corazón a toda la humanidad».
Sí, la Navidad nos abre el corazón a la esperanza y a la solidaridad.