¿Deberían los profesionales de la economía (economistas, consultores financieros, banqueros, administradores, etc.) prestar un juramento como el de los médicos?
¿Deberían los profesionales de la economía (economistas, consultores financieros, banqueros, administradores, etc.) prestar un juramento como el de los médicos? Así lo reivindican cada vez más ciudadanos y organizaciones preocupadas por la deriva que desde hace ya demasiado tiempo ha tomado la economía. La idea de este juramento apunta sustancialmente a recuperar el vínculo que debe existir entre la economía y la ética.
La crisis catastrófica en la que nos encontramos, que tuvo inicio en la especulación financiera, se ha convertido en un verdadero tsunami que, como nunca antes, ha provocado en todo el mundo la pérdida de decenas de millones de puestos de trabajo, la quiebra de cientos de miles de empresas y el aumento del endeudamiento público y privado. Cientos de miles de familias han perdido su vivienda, otras son acosadas por deudas con intereses usureros; no pocas en el extremo de la desesperación han llegado incluso a suicidarse.
Se han recortado sueldos y pensiones, se han aumentado impuestos y se ha reducido sensiblemente el gasto social y educativo. Ante una crisis de proporciones inéditas, asombra que la discusión no se haya centrado en repartir su peso de manera más equitativa. Una sociedad que expulsa de su horizonte cultural la reciprocidad, se vuelve incapaz de proyectar e imaginar un futuro sustentable.
El pasado mes de mayo, en su discurso al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede el papa Francisco afirmó: «El dinero tiene que servir, no gobernar». En dicho discurso instaba a los Estados a proteger a los más débiles, al tiempo que solicitó una reforma no sólo financiera, sino ética, para que la economía esté al servicio de toda la humanidad, especialmente de los más desprotegidos.
Esta crisis debería enseñarnos que la ética económica es un «bien de primera necesidad». Por supuesto que no será con un juramento como resolveremos problemas tan complejos. No se pretende aquí imponer la honradez por decreto, sino poner de relieve que también las decisiones económicas influyen en la vida de la gente: se puede morir tanto por una terapia equivocada como por las consecuencias de un despido improcedente. El juramento “económico” es una herramienta que podría ayudar a formar una mentalidad, una cultura, sobre todo entre los nuevos profesionales, que cultive y disemine los frutos de la reciprocidad y la confianza, elementos imprescindibles en toda sociedad que tienda al bien común.
CN