
Así como Hércules tuvo que superar 12 trabajos para expiar sus pecados, Silene nos propone 12 trabajos para evitar la degradación del Mediterráneo
El Mediterráneo es cuna y escenario de mitos, y, entre ellos, destacan los griegos. Los argonautas y Ulises vivieron sus aventuras y, asimismo, Hércules, durante el cumplimiento de sus famosos doce trabajos. Una de las versiones del mito señala que tales trabajos fueron la penitencia que el héroe tuvo que hacer para expiar el asesinato de sus hijos, cometido en un ataque de locura.
Y siendo que los mitos nos revelan verdades y nos inspiran, podríamos considerar que, hoy en día, muchos somos víctimas de una suerte de locura, atendiendo a ciertos comportamientos erráticos y a otros claramente perturbados que nos caracterizan en la relación que mantenemos con este mar; comportamientos que, como en el caso del hijo de Zeus, tienen consecuencias criminales.
Así, como él, para expiar y "purificarnos", sería bueno tomar consciencia de nuestra locura, de los múltiples males que provoca, y hacer un serio propósito de enmienda. Sirva, a tal efecto, la lista actualizada de los doce trabajos: tareas aparentemente imposibles de asumir, que, al menos, orientan hacia una soñada Itaca, hacia donde hay que poner rumbo y arrojo.
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Preservar la biodiversidad: el Mediterráneo es una de las regiones con más biodiversidad marina del mundo: cuenta con más de diecisiete mil especies, muchas en grave retroceso o en peligro de extinción. Hay que disminuir la presión humana y aumentar radicalmente las áreas protegidas y su efectividad.
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Frenar el calentamiento: el Mediterráneo es una de las regiones de la Tierra que más se calienta (un 20% más rápido que la media mundial) y también es una muestra de los efectos devastadores del caos climático: incremento de olas de calor, sequías, episodios torrenciales y un aumento de la temperatura del agua que amenaza la supervivencia de muchas especies y también atrae a otras, las invasoras. Hay que reducir, tanto como sea posible, los gases de efecto invernadero que emitimos.
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Detener la sobrepesca: el Mediterráneo es el mar más sobreexplotado del mundo. El 88% de las 85 especies de interés comercial sufre este abuso, de tal manera que los "stocks" no se recuperan y muchos decaen. Hay que disminuir el consumo de pescado, reestructurar la flota pesquera y poner coto a las prácticas pesqueras destructivas y nada selectivas, especialmente la de la pesca de arrastre.
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Detener la contaminación: el Mediterráneo es también uno de los mares más contaminados, de resultas de verter anualmente millones de toneladas de plásticos (preocupan especialmente los microplásticos), aguas residuales, hidrocarburos, mercurio, plomo... Añadamos la ingente contaminación del transporte marítimo (mercantes, cruceros...) Son necesarios medios y normas que pongan fin a estos vertidos y obliguen a una buena gestión de los residuos.
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Controlar y reducir el turismo: el Mediterráneo es la principal zona turística del mundo, y cada año aumenta la cifra de llegadas de visitantes (facilitadas por los vuelos "low cost" y los cruceros). El año pasado, recibió más de 230 millones de turistas. Es evidente que sufrimos una sobresaturación, con graves perjuicios sociales y ambientales, que superan largamente los beneficios económicos para la población.
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Contener y revertir la hipertrofia humanística urbanística: En ciertos países del litoral mediterráneo, la ocupación inmobiliaria de la primera línea de la costa ha sido masiva en las últimas décadas, hecho que ha provocado la destrucción o degradación de playas, dunas y muchos otros ecosistemas y paisajes litorales de gran valor, la pérdida de suelo agrario productivo... Es preciso detenerla, y hay que deconstruir y renaturalizar espacios litorales.
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Cambiar la política migratoria: A causa de la falta de vías legales y seguras para emigrar, el Mediterráneo se ha convertido en la frontera más mortífera del mundo contemporáneo, en una gran fosa común. Cada año, pierden la vida en este mar miles de personas que huyen de la guerra, la represión política, la persecución (religiosa, étnica, por su identidad sexual...), la pobreza, etc. No solo hay que superar la xenofobia y el racismo y apostar por la acogida, sino también acabar con el expolio de recursos naturales y ayudar a crear las condiciones para que la gente no tenga necesidad de migrar de sus países de origen.
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Aplicar los derechos humanos: En diversas áreas de la ribera mediterránea (Gaza, Siria, etc...) se vulneran sistemáticamente los derechos humanos: ocupación, apartheid, represión, campos de refugiados inhumanos, intervenciones militares, apoyo a dictaduras... Es necesario que la Unión Europea y la comunidad internacional se impliquen en la defensa de los derechos humanos de todos los pueblos oprimidos de la región, con hechos y no solo con discursos.
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Acabar con el neocolonialismo: En la orilla sur del Mediterráneo (Argelia y Libia, sobre todo), continúan las prácticas de saqueo y dominación con la extracción y compra de materias primas, (minerales, petróleo, gas, productos agrarios...) que satisfacen y enriquecen al Norte: cuatro multinacionales depredadoras y las élites locales corruptas, pero que empobrecen, cada vez más, a la población de estos países.
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Defender la cultura: Ante la “cultura de masas» impuesta, uniformizadora, la mercantilización, el recurrir a un folclore falsificado y sin alma... se precisa defender la diversidad y la riqueza cultural mediterránea, cuna de grandes civilizaciones que, a través de las artes, la ciencia y la filosofía fueron en pos de la belleza, el conocimiento y la sabiduría; hay que preservar la cultura popular (cocina, danza, música...) arraigada, comunitaria y expresión genuina de raíces y fusiones singulares.
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Reivindicar la tradición espiritual: Frente a fanatismos y abandonos, tenemos que hacer nuestros los grandes valores espirituales que nos han legado las raíces espirituales mediterráneas (egipcias, greco-romanas, judías, cristianas, musulmanas) y que nos hacen mejores personas y mejores sociedades: el hambre y la sed de justicia, la hospitalidad con el forastero, la prudencia en el comportamiento, la compasión y ayuda hacia los necesitados, la sobriedad, la humildad, el diálogo, el perdón, la paz...
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Reencontrar la actitud reverente: El mar, cuando nos acercamos a él, navegamos o nos sumergimos sin prisas, con actitud contemplativa, más allá de los beneficios evidentes para la salud (se promueve la "receta azul"), puede inspirar al alma nobles sentimientos de admiración y agradecimiento, profundas lecciones y revelaciones. Hay que reencontrar y honrar la olvidada sacralidad de este mar.
En la realización de cada trabajo, Hércules sacaba algún beneficio para el siguiente (la piel del león de Nemea para enfrentarse a la Hidra, la hiel venenosa de esta para bañar en ella las flechas...). De igual manera sucede con estos doce nobles objetivos: recuperando los valores espirituales y culturales se podrían impulsar unas políticas migratorias, turísticas, urbanísticas, pesqueras, etc. radicalmente diferentes, orientadas al bien común. Está en nuestras manos que el Mediterráneo vuelva a convertirse en un lugar de encuentro, de fecundación mutua y libertad, o bien termine siendo el foso de una fortaleza rebosante de agravios y recelos. Podemos alimentar el temor, la incomprensión y la muerte o bien optar por la confianza, la interacción y la vida (de especies, de ecosistemas, de personas, de lenguas, de valores...) Podemos permanecer pasivos ante las amenazas (los monstruos) o bien seguir el ejemplo de los héroes actuales implicados en los trabajos mencionados. Para detener y revertir las tendencias actuales, son necesarias acciones urgentes, firmes y heroicas; desde la Unión Europea, las administraciones regionales y nacionales, las asociaciones... y desde nosotros mismos, estimado lector.