
El otro, la vitamina P de persona
Pedro Laín ¿fue médico o filósofo?
Es una duda frecuente cuando alguien se acerca a la vida y obra de D. Pedro, sobre todo al contemplar una tan rica y variada producción que abarca muchas temáticas: historia de la medicina, antropología filosófica, historia de España, crítica literaria, etc. Es comprensible la duda que se despierta ante el “rol” profesional de Laín. Podemos resolver el interrogante diciendo que era titulado en Ciencias Químicas y en Medicina, especializándose en Psiquiatría. Sin embargo, desde muy pronto, descubre que lo suyo no es la práctica de la Medicina. Laín discierne su verdadera vocación: el estudio científico y filosófico de la realidad humana. En él se opera, desde muy joven, un tránsito desde una mentalidad positivista a una mentalidad más integradora de los saberes científicos y humanísticos, para una mejor comprensión del hombre. Esa misma era la propuesta de un prestigioso filósofo alemán, Max Scheler, uno de los renovadores de la Antropología filosófica durante el siglo XX. Laín tuvo el proyecto de estudiar Filosofía en la Universidad Central de Madrid, con profesores como Ortega, Morente, Zubiri... pero, la Guerra Civil, frustró esa pretensión. Lejos de abandonar la filosofía, Laín se convierte en un filósofo autodidacta, leyendo de forma incansable los textos más actualizados de filosofía. Su gran maestro y amigo será el filósofo español Xavier Zubiri.
En relación con la Guerra Civil ¿cuál fue su posicionamiento político?
Es otra de las cuestiones más debatidas acerca de la figura de D. Pedro. Ciertamente, a los pocos días del inicio de la contienda bélica, él se afilia a Falange Española convencido por el ideario político de José Antonio Primo de Rivera ocupando dentro de este movimiento, puestos importantes en el orden intelectual. Él nunca sitió vocación ni destreza política. Dentro de Falange adoptaría, al igual que otros como Dionisio Ridruejo o Torrente Ballester, una postura liberal y muy crítica tanto con la derecha conservadora como con el comunismo. El propio ideal joseantoniano era de carácter integrador. Laín es un representante de lo que se ha dado en llamar la “tercera España” que trataba de superar el enfrentamiento entre los llamados “vencedores” y “vencidos”. Esto se reflejó muy bien en todos sus intentos en el orden cultural por integrar a los pensadores, escritores, artistas, etc. de ambos bandos, frente a la insistente labor de “depuración” que se ejerció en la realidad universitaria. De forma progresiva Laín fue desencantándose del proyecto de Falange como consecuencia de la distancia del régimen de Franco frente al ideal promovido por Primo de Rivera. Hacia el año 1956 Laín se separa definitivamente de Falange. Su ideario político transitará hacia el modelo de la democracia representativa. Desde la derecha más radical se le acusará de “desertor” y desde los sectores más aperturistas siempre se recordará su pasado falangista, eso sí, sin comprender el sentido de su pertenencia a ese ideal político.
¿Cuál fue el núcleo central del proyecto intelectual del Laín?
Desde el costado médico, Laín se propuso elevar el prestigio de la disciplina de Historia de la Medicina, siendo catedrático en la Universidad Complutense de Madrid. Ahora bien, su acercamiento a la Historia no es el de un positivista, sino el de un historiador que “hace” historia como método para comprender la realidad humana. De modo que, al acercarse a la historia, Laín está haciendo también Antropología y, concretamente, Antropología médica pues su objetivo es discernir la realidad del hombre como ser enfermable y sanable. Así que, al contemplar su densa obra de Historia de la medicina y las biografías de tantos médicos, no debemos perder de vista la pretensión Antropológica de D. Pedro.
¿Qué importancia tiene su obra “La espera y la esperanza. Historia y teoría del esperar humano” publicada en 1957?
El tema de la esperanza y su opuesto, la angustia, fueron temas “de moda” en la filosofía contemporánea entre otros aspectos por los acontecimientos bélicos que golpearon a la Humanidad. En Filosofía tuvo mucho peso la obra de Martin Heidegger, “Ser y tiempo” y su defensa de la “angustia” como forma de “vida auténtica”. Laín siente este planteamiento como una provocación filosófica que le mueve a desarrollar una teoría, si no contrapuesta, si complementaria a la del filósofo alemán: la esperanza puede ser contemplada también como modo genuino de afrontar la vida. Frente a la “nada” o, junto a la “nada”, está el horizonte del “ser” En la obra antes citada y en otras, Laín mostrará la plausibilidad de su planteamiento filosófico.
Pero ¿también escribió en torno a la creencia y el amor?
Sí, de hecho, el postulado antropológico más conocido de nuestro pensador español es que el hombre es un animal que cree, espera y ama. Es el modo que el hombre tiene de vivir implantado en la realidad si bien, estos hábitos metafísicos, pueden adoptar en la vida diversas modulaciones: el hombre es creyente pero también tiene sus “increencias”; el hombre ama, pero también odia, el hombre espera pero lo hace, dependiendo de la circunstancia, desde la angustia, la desesperanza o la esperanza. Laín, en distintas obras, aportó un estudio “natural” de las tres virtudes teologales, mostrando la vecindad entre lo natural y lo sobrenatural.
Por último ¿qué es la alteridad?
Cada ser humano tiene su identidad (biológica, psicológica, personal, etc.) y, frente a ella, se alza la identidad del otro, distinto, que es un “alter”. Laín en “Teoría y realidad del otro” prefirió utilizar el término “otredad” para describir la realidad personal del otro que es siempre “único e irrepetible”. Nos habla del otro como alimento (la vitamina P, de persona) insistiendo en la naturaleza relacional de los seres humanos. Pedro Laín es un filósofo personalista cristiano, aspecto que, con distintas modulaciones, puede comprobarse a lo largo de su ingente obra.