

Los autores de este artículo, expertos en acompañar a las parejas, hablan de un viaje en seis etapas, en el que es posible aprender a atesorar emociones y gestionar las inevitables crisis que surgen en el día a día de la vida familiar. Al reconocer y manejar los problemas relacionados con las emociones, la relación de pareja puede fortalecerse y la ternura entre dos personas también puede aumentar.
El estilo educativo
«No recuerdo haber recibido nunca de mis padres una caricia. Sentí que me amaban, pero no sabían demostrarlo. Para ellos el hecho de que se preocuparan por mí, que me hicieran estudiar, que se preocuparan por mi salud era suficiente [...]. Sin embargo, sobre todo en la adolescencia, habría deseado mucho un estímulo, un abrazo [...]. Ahora que estoy casado, me siento bloqueado e incapaz de demostrar a mi esposa afecto y esto crea conflictos [...]. Los conflictos comenzaron inmediatamente. Mi primer regalo para ella fue un libro elegido sin demasiada atención; se lo entregué sin hacerle un paquete, sin una palabra cariñosa y para ella fue una tragedia. No me había dado cuenta de que el regalo tiene un valor emocional. El otro debe sentirse valorado, pensado, entendido... Mis experiencias infantiles me han condicionado mucho durante años». Es la confesión de un amigo.
Quizás había vivido la misma experiencia también Igino Giordani que en su diario, recordando a su madre, escribía: «Sobria en las muestras de cariño, besaba raramente a sus hijos, solo cuando salían o volvían de largas ausencias; pero en su contención, vivía y se desvivía por ellos: los devoraba con los ojos...». No estaba en discusión el amor de la madre, sino la incapacidad de expresar las emociones y quizás también la convicción de que era mejor no manifestarlas para que los hijos, especialmente los varones, crecieran más fuertes en las adversidades.
¡Cuántos hemos tenido la misma experiencia, acumulando huecos difíciles de llenar! Afortunadamente, los estilos educativos de hoy están cambiando y revelan una nueva comprensión progresiva y saludable del papel que desempeñan las emociones.
Conocerse
Las emociones, si se reconocen y gestionan bien, refuerzan la relación de pareja, son un recurso; de lo contrario se vuelven peligrosas porque, sin que nos demos cuenta, pueden condicionar fuertemente nuestros comportamientos, generando, por ejemplo, agresividad, egocentrismo, impulsividad, etc.
El primer paso es aprender a conocernos, y esto no es fácil porque en nuestra sociedad existe un analfabetismo generalizado de las emociones. Frente a una discusión en la pareja, es difícil que uno se pregunte: «¿Por qué he tenido esta reacción violenta?».
Si pudiéramos hacerlo, si prestáramos más atención, entenderíamos mejor cuáles son las emociones que están detrás de nuestros comportamientos y podríamos manejarlas mejor, sin dejarnos llevar por la impulsividad. En esta búsqueda de autoconciencia nos podría ayudar buscar pausas de reflexión, quizás con la ayuda de un libro adecuado o la conversación con alguna persona de confianza.
Saber comunicar
Cuanto más conozcamos las emociones que están en el origen de nuestros comportamientos, más podremos intuir también las de nuestra pareja. Pero también se necesita la máxima atención en la comunicación tanto en la pareja como en la familia, teniendo presente que, además de las palabras, es importante tener en cuenta el lenguaje corporal. Las palabras, de hecho, pueden ser ambiguas, el cuerpo un poco menos, porque transmite siempre algo de lo que realmente se siente: tristeza, alegría, rabia, impaciencia, miedo, necesidad de amor... A menudo detrás de un abrazo, una sonrisa, una mirada ansiosa, una frase, se esconden estados de ánimo importantes. Dice un proverbio árabe: «Quien no sabe comprender una mirada, no podrá entender largas explicaciones».
Fuimos testigos de una pelea entre Javier y Sara. Él, de repente, anunció que iba a invitar a cenar a un amigo que había llegado de Francia; ella puso una expresión dura, aunque su respuesta fue aparentemente inofensiva: «Lo pensaré, luego te diré». Javier se levantó inmediatamente y salió, dando un portazo. Sara, mirándonos perpleja, exclamó: «¿Por qué? ¿Qué he dicho?». En efecto, su respuesta había sido banal, pero su rostro había expresado un significado diferente. Así que Javier se fue enfadado.
En la pareja hay que aprender a descifrar los mensajes ocultos. A menudo se puede descubrir que en cada comunicación siempre hay dos contenidos: uno aparente y otro oculto. «Lo esencial es invisible a los ojos», dice el Principito, pero a menudo... también a los oídos. Puesto que conocemos bien a estos amigos podemos intuir que en las palabras de Sara estaba implícito este mensaje: «Tomas las decisiones sin tener en cuenta mis planes».
La decodificación no siempre es fácil, porque presupone una buena capacidad de observación y reflexión. Será mejor no pedir aclaraciones cuando estamos sumergidos en la tormenta emocional; es más productivo tomarse un descanso, un paseo, hacer algo relajante y luego volver a hablar.
Los conflictos son inevitables, pero, si los afrontamos con paz, evitaremos palabras que dejan heridas incurables, destruyendo la autoestima de la pareja.
Reconciliarse con las propias fragilidades
A veces tenemos miedo de nuestras emociones, de nuestras fragilidades, de las que a menudo nos avergonzamos. Agustín había sido educado en un sentido exclusivo del deber. Había crecido con la idea de que el juego, la relajación, la búsqueda de momentos agradables eran una pérdida de tiempo, por lo que siempre tenía miedo de expresar sus verdaderos deseos y no entendía los de su esposa.
Su relación de pareja pronto entró en crisis, porque el trabajo absorbió todo su tiempo. Se necesitó la ayuda de un experto para comprender que no sabía disfrutar de las pequeñas alegrías de la vida, que tenía casi miedo de ser feliz y de dar felicidad. Progresivamente se dio cuenta de que, si él era alegre, también ayudaba a su esposa a serlo. Esa atmósfera gris de antes, donde todo estaba marcado por horarios de trabajo rígidos, se alivió.
La alegría es una emoción fundamental en las relaciones y hay que redescubrirla y hacerla emerger una y otra vez, incluso cuando las cargas de trabajo son pesadas.
Compartir
En la pareja también es importante compartir tus emociones. No tener miedo de decir al otro: «Estoy sufriendo, tengo miedo, ayúdame, dame una mano, no logro perdonar»; o bien: «Estoy contento, te quiero, me gusta vivir contigo».
Aunque a veces, frente a un acontecimiento, a la frase de un libro, a un hermoso panorama no sintamos las mismas emociones, compartir nos ayudará a conocernos mejor y a acogernos en nuestras diversidades, haciendo crecer la comunión, respetando la originalidad de cada uno.
Cuando luego no seamos capaces de resolver nuestros momentos difíciles, compartir con figuras importantes para nosotros (sacerdotes, guías espirituales, expertos, etc.) nos ayudará a viajar al complejo mundo de nuestras emociones.
Jesús: maestro de la ternura
A medida que la pareja aprende a conocerse, a gestionar las emociones con gran paciencia recíproca, podrá llegar fácilmente a la puerta de la ternura, un sentimiento aún desconocido para muchos, pero fundamental para mejorar la convivencia humana. La ternura no es sentimentalismo, sino entrar en las emociones del otro/a, abrazarlo interiormente con constancia; es conectar con las necesidades de las personas cercanas a nosotros, sentir compasión por ellas. En el Evangelio Jesús se revela maestro de la ternura en muchas ocasiones, por ejemplo, cuando tiene piedad de la multitud o cuando cuenta la parábola del Padre misericordioso.
La ternura se expresa con miradas atentas, palabras de amor, sonrisas tranquilizadoras, abrazos cálidos, amabilidad; en resumen, es un compromiso cotidiano por querer hacer felices a quienes viven a nuestro lado.
En la película de Lamberto Lambertini ¡Disparadme!, Nicola le dice a su sobrino Eugenio:
«Nunca reniegues de tu bondad. Deja que te ilumine. Te dirán que es un defecto de carácter, una enfermedad grave, porque aquellos que se ven afectados están destinados a perder las batallas cotidianas... Es verdad, pero tú no los escuches, ¡la bondad es nuestra fuerza!».
Palabras particularmente actuales hoy, porque muchas parejas se desintegran no por problemas económicos, incomunicabilidad, disfunciones sexuales, sino por falta de ternura.