
Desde la antigüedad el Mediterráneo engloba culturas distintas y fue la vía de comunicación de creencias, ideas, conocimientos y formas culturales
El cambio del siglo XIX al XX, produjo en toda Europa el redescubrimiento del mar, los artistas huyeron de las grandes ciudades en busca de nuevos paraísos y uno de ellos fue el Mediterráneo. En su búsqueda de los orígenes, el Mare Nostrum se asociaba con tradición, clasicismo, equilibrio, de ahí que lo convirtieran en uno de sus destinos preferidos. Allí encontraron la reconciliación con el pasado, pero también un lugar de libertad artística y de inspiración, con escenarios propicios para los experimentos plásticos, con la luz y el color, que definirán buena parte de los movimientos de vanguardia.
Así sucedió con los artistas de distintos países bañados por el mar Mediterráneo, los artistas franceses buscaron la luz que no encontraban en el norte, los españoles se inspiraron en sus paisajes tranquilos, los italianos exploraron de nuevo un clasicismo visto a través de sus ojos.
Si hasta ese momento la costa francesa había sido un lugar de paso para los viajeros del Grand Tour que se dirigían a Italia, a partir de 1864 el ferrocarril facilitó que escritores y pintores se desplazaran al sur y redescubrieran el Mediterráneo como tema. Un grupo de artistas unirían sus nombres a las localidades en las que pasaban largas temporadas o donde se instalaron definitivamente, creando una especie de taller a cielo abierto. La identificación fue tal que hoy los talleres del Midi, se asocian con los artistas que vivieron en esos lugares: Aix-en-Provence con Cezanne, Arlés con Van Gogh, Antibes con Picasso, Niza con Matisse, Le Cannet con Bonnard o Cagnes-sur- Mer con Renoir.
Para los italianos, el Mediterráneo fue más bien una idea, un concepto que preside la manera de pintar de artistas como Giorgio de Chirico o Carlo Carrà. En el reencuentro con el clasicismo y con las propias raíces, en sus obras aparecen las ruinas que forman parte de la tradición con la que convivían.
La mirada mediterránea en España tuvo una plasmación distinta dependiendo del lugar. Fruto del turismo de playa de la nueva burguesía, Valencia se transformó en lugar de vacaciones. Las playas de la Malvarrosa, el Palmar y Jávea se convirtieron en centros turísticos y los pintores valencianos son los que mejor describen este lugar como paisaje y como un ámbito vital que se refiere tanto al mar como a la huerta.
Ignacio Pinazo fue de los primeros en pintar el mar y la playa como un escenario social, y lo hace con pincelada suelta y rápida, centrándose en los efectos de la luz. Su obra influyó en artistas como Sorolla que atrapó en sus lienzos la luz del Mediterráneo, la belleza del color o la presencia del sol y del aire que infla las velas de un barco, trasmitiendo en sus obras una imagen de España optimista y moderna. Después de 1900 representa la mezcla de ocio y trabajo que presencia en las playas de Valencia y Jávea. El artista se acerca a la realidad fascinado por la plenitud de la luz, nadie pintó como él su resplandor sobre las superficies blancas, hasta lograr el efecto de que es el propio cuadro el que la irradia desde su interior. Son composiciones dominadas por el movimiento y la libertad de ejecución, como en: Corriendo por la playa. El pintor nos descubre los infinitos matices del color, las texturas y la transparencia del agua. Niños a la orilla del mar, sus pinceladas sueltas y rápidas muestra el predominio de los efectos lumínicos y atmosféricos sobre la anécdota y la narración.
Para Cataluña, el redescubrimiento del Mediterráneo renovó el ambiente artístico barcelonés. El escritor Eugenio d´Ors impulsó el Noucentisme, que quería recuperar la visión moral del arte para regenerar la sociedad. Surge así un tipo de clasicismo en obras como Mediterráneo, de Sunyer, o en los frescos de Torres García del Palau de la Generalitat. La figura femenina protagoniza las obras de Maillol y Clarà, que identifican a la mujer catalana como un símbolo de ese nuevo paraíso, del equilibrio entre el pasado y el futuro.
En Mallorca, al ser una isla el mar está presente en todo. La pintura de Joaquín Mir y Anglada Camarasa muestra un universo propio. Camarasa consigue una visión fantástica y moderna de Mallorca, con paisajes y marinas que rozan la abstracción. Mientras que Mir, se sintió fascinado por las zonas escarpadas de la costa y las grutas que se abrían paso entre ellas, con su extraña luz sugiere un aspecto fantasmagórico e irreal y muestra un Mediterráneo más inquietante.