

Con el progreso de la ciencia y gracias a las posibilidades más sofisticadas de investigación y observación del fenómeno humano, las diversas disciplinas son capaces de llegar a pensamientos no divergentes ‒más bien complementarios‒ sobre la comprensión del desarrollo de la persona de manera global. Pero si cada uno de nosotros pone el foco en su propio modo de pensar, ¿puede afirmar que el propio pensamiento siempre tiene en cuenta las diversas dimensiones del ser humano?
Debemos recordar que el pensamiento oriental y también el pensamiento de la cultura africana podrían hacer una gran contribución para un enfoque de la persona donde todas las dimensiones interactúan en armonía. En efecto, estas culturas tienen una visión y una práctica experimentada que podrían constituir un enriquecimiento considerable. No es posible detenernos ahora en esto. Proponemos una reflexión desde una perspectiva occidental.
Una influencia importante
El pensamiento occidental está marcado por la influencia del pensamiento de los filósofos griegos. Nos referimos en particular a Platón que, con su visión tendencialmente dualista «cuerpo - mente» o «cuerpo - alma», considera el cuerpo como una envoltura del alma, corriendo así el riesgo de dividir a la persona en dos partes. Él cree que el alma es inmortal, vive en el hiperuranio (Cielo) y en algún momento desciende a la tierra y se encarna en un cuerpo del que solo se librará con la muerte.
Siglos después ‒estamos al comienzo de la época moderna‒ Descartes vuelve a proponer un modo tendencialmente dualista de pensar en la persona. Según Descartes, el cuerpo material y la parte espiritual de la persona se distinguen claramente y también se unen a través de la glándula pineal, ubicada en el cerebro. Esta clara separación tiene importantes consecuencias para el acercamiento al ser humano y a lo que le concierne: vida, salud, enfermedad. El cuerpo sería una máquina por comprender en su funcionamiento y que debe repararse cuando se produce un daño en una de sus partes.
El pensamiento mecanicista de Descartes ha influido en las diversas disciplinas y aún hoy podemos reconocer su influencia en las consideraciones sobre el ser humano. Si miramos las diversas especializaciones, observamos que a menudo se mira una parte del cuerpo humano como si no tuviera relación con todas las demás. Aún más si consideramos la relación del cuerpo con la vida interior de la persona y su mundo psíquico.
Bastaría mirar atentamente la propia formación escolar y profesional para verificar una sutil pero decisiva tendencia a mirar solo la «parte que nos toca a nosotros», sin ponerla en relación con todas las demás «partes» que forman el vivir humano: salud física, salud mental, vida social, vida familiar, etc.
Nuevos paradigmas
En su libro El error de Descartes el neurocientífico portugués Antonio Damasio cuestiona el pensamiento cartesiano. En sus estudios encontró no solo la continua interrelación entre cuerpo y mente, sino también con el entorno social.
Si consideramos a la persona en el contexto en el que vive, la teoría sistémica relacional ofrece una notable contribución a la aparición de un nuevo paradigma. El pensamiento sistémico resalta el aspecto de la conexión, las relaciones y el contexto en el que se encuentra la persona.
Según este pensamiento, la comprensión de un sistema vivo ‒en este caso de la persona‒ solo es posible si se observa la interacción entre todo lo que la compone. No se aísla una cosa con el fin de comprenderla, sino que se la comprende observándola en su conjunto y en el contexto en que está insertada.
¿Y qué hay del alma?
La palabra «alma» se usa no solo para indicar la parte espiritual de la persona, sino también a la persona en su relación con Dios. Cabe señalar que el alma y la relación con lo trascendente son la dimensión menos considerada por la ciencia, pero no por ello menos importante. En realidad, la relación con lo que trasciende al ser humano forma parte de la humanidad en todos los tiempos y en la pluralidad de sus manifestaciones: es apoyo en las crisis, pero sin duda contribuye al crecimiento humano. Solo considerando el alma humana en su relación con lo trascendente es posible tener una mirada verdaderamente integral sobre la persona.
La formación y el acompañamiento con una mirada integral en la persona
En los desafíos complejos del mundo actual, quien se ocupa tanto de la formación como del acompañamiento no podrá prescindir, por tanto, de una visión que tenga en cuenta, al mismo nivel de importancia, las diversas dimensiones que componen la persona humana.
Una mirada parcial a los desafíos que se presentan ante nosotros traerá respuestas parciales, no incorrectas pero incompletas, porque no es posible comprender la complejidad desde una sola perspectiva. En cambio, la formación podrá ser muy enriquecedora si toma en consideración los diversos aspectos: no solo la comprensión de la dinámica psicofísica, sino también cómo esta se expresa en el escenario social en el que la persona está insertada, o cómo el escenario social del que proviene una persona ha podido influir en su dinámica psicofísica.
El acompañamiento de una persona puede ser más fructuoso, más eficaz en la medida en que quien lo hace esté abierto a sus diversos componentes: la mente, el cuerpo, el alma y la realidad social e interpersonal. La falta de salud y la enfermedad son el resultado de una falta de armonía entre estas dimensiones, una falta de armonía que nace de la debilidad de una de ellas.
Basta pensar en un intenso dolor de cabeza que podría resultar de una semana agotadora de trabajo por un proyecto que hay que entregar. O una mala noticia que de repente machaca a una persona y le ocasiona un dolor de espalda. Pero también lo contrario. Hechos como estos pueden considerarse triviales, pero podríamos ofrecer muchos otros ejemplos de cómo un malestar en una dimensión de la persona se refleja en todas las otras dimensiones, condicionando su recuperación personal.
No se requiere en absoluto que un acompañante tenga habilidades de todo tipo, sino simplemente la apertura y la capacidad de hacerse preguntas antes de dar respuestas. Ante una situación que se presenta es normal partir con una solución que nace del bagaje personal, pero es posible dar un paso más haciéndose otras preguntas: además de los elementos ya identificados, ¿cuáles podrían no haber sido considerados? ¿Qué otros aspectos o dimensiones de la persona merecen mayor atención?
En mi experiencia laboral como psicóloga y psicoterapeuta esto no ha sido siempre obvio. Ha sido un camino de crecimiento adquirir esta mirada que no se limita a un aspecto ‒en este caso la psique‒ sino que toma en consideración las diversas dimensiones de la persona que se entrelazan entre sí. En particular en la escucha de consagradas y seminaristas, me ha sido posible comprender de modo aún más evidente el entrelazamiento y la interferencia recíproca de las diversas dimensiones de la persona. Recuerdo, por ejemplo, el caso de una consagrada que, después de una importante y dolorosa notificación de su congregación que comportaba muchos cambios, entró en un estado de profunda tristeza y de pérdida de sentido. Ese estado inicial, bien comprensible, la llevó a dificultades físicas que luego le impedían llevar adelante su apostolado. En contacto con experiencias como estas y otras más relevantes, he comprendido la importancia de valerme de la ayuda de otros profesionales para llevar a la persona a la armonía de su ser.
Otro aspecto, en particular en el trabajo con los consagrados, es su escasa formación y conocimiento de la dinámica de la psique humana. Escuchando sus dificultades comprendí que, con un mayor conocimiento y algunas aclaraciones, muchas de sus crisis se podrían vivir de otra manera. Ofrecer, en el ámbito de la formación, elementos de conocimiento, también humano, de sí mismos ha sido, a menudo, importante también para su elección de vida y ha ayudado a vivirla con más autenticidad y coherencia.
El desafío
Hoy en día, con el desarrollo de la investigación científica y los descubrimientos cada vez más desafiantes sobre la complejidad del ser humano, no es posible encerrarse en una visión parcial o fragmentaria. Solo acogiendo el desafío de la mirada integral, con la humildad de reconocer que los propios conocimientos no son suficientes como respuesta a las necesidades de la persona, será posible crecer como humanidad y promover un futuro más sano para todos. Aceptar este desafío solo puede traer beneficios personales y colectivos abriendo nuevas posibilidades.
Bibliografía:
D. Siegel, La mente relazionale. Neurobiologia dell’esperienza interpersonale, Raffaello Cortina Editore, Milano 22013.
F. Capra, La rete della vita. Una nuova visione della natura e della scienza , Rizzoli, Milán 2001.
A. de Paula Barreto, Quando a boca cala, os órgãos falam... Desvendando as mensagens dos sintomas, LCR, Fortaleza 2012.
A. Damasio, L’errore di Cartesio. Emozione, ragione e cervello umano, Biblioteca Scientifica 22, Adelphi, Milán 201995.