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Sophia, una senda de esperanza

Ana Moreno Marín

Hablamos con Piero Coda, rector del Instituto Universitario Sophia.
Se habla de “noche cultural”; los políticos caen en confrontaciones y sólo quieren permanecer en el poder; se ve a muchos jóvenes desanimados, sin ganas, superficiales... Muchos están en paro porque la crisis afecta fuertemente a este sector; los adultos los ven y también se desilusionan... A veces parece que la sociedad camina sin metas y no se encuentra una respuesta cultural a estos dolores. –¿Existe una respuesta, es más, una respuesta cultural? –En nuestro tiempo se multiplican y afirman de modo exponencial las posibilidades de la técnica, de las redes sociales, de la ingeniería genética, de la robótica... Sin embargo, bajo la superficie, crecen la incertidumbre, la frustración y la falta de orientación, por no hablar de ese número creciente de marginados y pobres. Y esto mientras se desencuentran el empuje liberador y masificador de la globalización y el instinto autodefensivo de las identidades étnicas y culturales. La “noche” reside en no conseguir percibir la luz que puede orientar nuestro camino en esta trama enmarañada de enormes desafíos. ¿Dónde encontrar entonces una respuesta significativa y practicable? El único camino para nosotros, los cristianos, es el renacer espiritual, descubrir vitalmente el extraordinario patrimonio de luz que hay en el evangelio, en su mensaje de amor, que nos lleva a encontrar a un Dios Padre y nos hace descubrir la alegría y la belleza de la fraternidad universal. Pero este renacer espiritual debe ser al mismo tiempo cultural. Debe expresarse, como asegura Benedicto XVI en Caritas in Veritate, en «un nuevo impulso del pensamiento». Debe, por tanto, generar nuevos estilos de vida, interpretaciones de la realidad, soluciones científicas, experiencias artísticas capaces de comunicar la belleza de Dios y el proyecto del hombre que brota de Jesús. –Cuando miras a la cara a los estudiantes de Sophia, no ves ese desaliento; justo al revés, ves jóvenes con objetivos, fuerza e impulso, con una cabeza que no sólo piensa, sino que “ve”; encuentras una sonrisa… ¿Por qué? –Sophia es una pequeñísima realidad, pero nace de una extraordinaria intuición de Chiara Lubich: ofrecer a los jóvenes universitarios un laboratorio de vida y pensamiento donde poder experimentar las vías concretas de una cultura a la altura de los retos de nuestro tiempo. Una cultura al servicio de la persona en su totalidad, en sus múltiples relaciones (con Dios, con los demás, con el cosmos, con la historia) y de los desafíos sociales, políticos y económicos. Creo que la alegría, la pasión, la seriedad en la vida y en el estudio que demuestran estos casi 70 jóvenes que están realizando este proyecto con su extraordinaria aportación personal es el testimonio más hermoso de que esta intuición cautiva las esperanzas más profundas de los jóvenes de hoy. –Se cumple el segundo año de Sophia; ha entrado la segunda promoción de estudiantes. ¿Qué habéis aprendido del primer curso y queréis mejorar en el segundo? –Del primer curso hemos aprendido, sobre todo, que la universidad, para ser un laboratorio de auténtica innovación cultural, debe ser una comunidad. Por tanto, todos protagonistas, cada uno desde su propio rol. Lo que exige la reciprocidad entre todos es el adentrase en la escuela del único Maestro, porque sólo Él, con la participación responsable y creativa de todos, nos puede ofrecer la luz que buscamos. En este segundo año, en particular, queremos mejorar el método interdisciplinar que caracteriza la propuesta y la búsqueda cultural de Sophia. Para ello se ha inaugurado un seminario permanente de profesores. Los del segundo curso están redactando sus tesis según las dos líneas hasta ahora previstas: filosófico-teológica y político-económica. Es un gran trabajo, no sólo para ellos, sino para todos. Se trata de verificar cómo se expresa concreta y seriamente una cultura de la unidad en los distintos ámbitos disciplinarios con propuestas creíbles y eficaces. –Como rector, ¿cuál cree que es la aportación de Sophia al mundo? –Es, sobre todo, la aportación de la esperanza. Porque la experiencia de Sophia no sólo nos dice que si a los jóvenes de hoy se les ofrecen las condiciones adecuadas para hacerlo, son capaces de trabajar con entusiasmo y competencia en el cambio cultural tan necesario, sino también que ya hay signos prometedores y tangibles de este cambio en los varios ámbitos del conocimiento. Sólo hay que saberlos ver y tener el valor de lanzarse juntos hacia lo nuevo.



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