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Mucho más que un «ideal»

Mª Teresa Ausín

La unidad mundial quizás sea para muchos un término abstracto o un ideal utópico, pero no para todos. 


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El pasado noviembre se reunieron en Castel Gandolfo, cerca de Roma, más de 1.200 jóvenes de los cinco continentes con un doble motivo: conmemorar el 50 aniversario del nacimiento del Movimiento Gen, segunda generación de los Focolares, que ha convertido el objetivo de la unidad del mundo en su ideal de vida, y recordar qué sentido tiene hoy la construcción de un mundo unido.

Desde diciembre de 2007 no había tenido lugar un congreso de estas características. Llegaron jóvenes de todo el mundo, incluso algunos desde Nueva Caledonia, una isla al norte de Nueva Zelanda. Desde España viajaron 45 personas. 
 
Dialogando con los jóvenes allí reunidos, el copresidente de los Focolares, Jesús Morán, llamó la atención sobre el problema de fondo de todas las actuales crisis a nivel mundial: la falta de unidad entre países, entre sus gobernantes, entre las personas. Es curioso, decía Morán, cómo la globalización, «que debería traernos unidad», en la práctica no lo hace. Lo vemos en la violencia de las guerras, en la desigualdad patente, en este mundo en el que, en palabras del Papa Francisco, cada vez hay más «descartados». 
 
Por eso, «construir la unidad no nos sitúa fuera del mundo», defendió Morán, «al contrario, nos pone en el centro del mundo». Ahora bien, «no podemos construir la unidad ignorando a esta gigantesca porción de humanidad», refiriéndose precisamente a los «descartados». Y no hay que ir a los países más pobres para encontrar esos «espacios de subhumanidad», los tenemos en todas partes. Por eso el copresidente invitó a aprovechar cada oportunidad de multiplicar las «buenas prácticas». «Cada mañana, cuando salgo de casa, ¿me acuerdo de los últimos?, ¿los priorizo?», preguntó. Porque «podría ser esa persona que viaja a mi lado en el metro». 
 
María Voce, presidenta de los Focolares, también quiso invitar a los jóvenes a comprometerse con generosidad a favor de un mundo de paz. Y lo hizo a través de una vídeo-conferencia que fue completada con ocho testimonios de jóvenes de distintas partes del mundo. Jaime Rodríguez, de Burgos, reconoce que fueron momentos «muy emotivos e impactantes» dada la dureza de muchas de las experiencias, pero que al mismo tiempo sirvieron para recordarle «que son muchos los jóvenes que actualmente recorren el camino hacia la fraternidad universal».
 
Esa misma tarde se desarrollaron talleres de economía, política, derecho, ecología, arte o acción social. Y la última noche todos pudieron disfrutar de un espectáculo multicultural preparado por los propios jóvenes. A Josu, de Bilbao, compartir esos días con jóvenes de orígenes tan distintos le ayudó a descubrir que el ideal de la unidad puede acoger «a un espectro mucho más amplio» del que pensaba, y por eso ahora piensa en algo más que en repetir la experiencia: está deseando poder aplicarla en el día a día. «Una ardua tarea, pero que merece la pena», señala. 
 
 




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