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Rumbo a África

Carmen Domínguez

Una cultura que acoge a todos sin discriminar.


Esta es la historia de un sueño cumplido. De una experiencia inolvidable y «absolutamente recomendable». Sus protagonistas, nueve jóvenes españolas con una inquietud común: hacer una experiencia de donación y servicio en algún país africano. Treinta días y dos países por conocer –Kenia y Tanzania– a través de un proyecto exigente desde el punto de vista económico, pero que pudieron costear gracias a la venta de pulseras y camisetas diseñadas por ellas mismas, algo que sirvió, además, para recaudar fondos con los que poder llevar material escolar y médico a las aldeas.

 

En Nairobi (Kenia) tuvieron la oportunidad de integrarse en la vida de la comunidad colaborando en una guardería, ayudando en orfanatos, un colegio en el barrio más pobre o en una casa de acogida, donde les enseñaron a apreciar «lo que realmente importa en la vida», señala Marga, y donde constataron que «no es más feliz quien más tiene». En opinión de Belén, «los pobres somos en realidad los ciudadanos de los países desarrollados». Una persona que había estado fuera de África le dijo que no podría vivir en el primer mundo, con «tanto ruido y tanto estrés». «La gente no es feliz», le decían a Belén, añadiendo que necesitaban la sonrisa de la gente por la calle y muchas otras cosas más que en el mundo desarrollado no tenemos.

 

En Iringa (Tanzania) el grupo se topó de frente con la pobreza más absoluta: el slam (poblado chabolista). «Es una realidad muy dura –nos cuenta Alejandra–, pero me enseñó muchísimo. Kilómetros de chabolas, familias enteras con sida, sin apenas comida, pero con un corazón enorme y deseando que les des un poco de tu tiempo».

 

A Marta le impresionó que los niños «se crían solos». A veces los maltratan físicamente, tanto en la familia como en los colegios, pero ahí está el contraste, «en el gran amor que ellos te dan cuando les tratas bien y les das cariño. Lloraban el día que nos fuimos».

 

Para Ana este viaje ha ido mucho más allá del adentrarse en una cultura nueva: «Sentí que era feliz, pero con un sentimiento de felicidad que nunca había experimentado. Con mayúsculas».

 

Así, entre clases, juegos, sonrisas y lágrimas, la experiencia cambió al grupo entero: «Cada una de nosotras veníamos de familias y realidades distintas en España. Muchas no se conocían y la convivencia no siempre fue fácil. Pero lo bonito fue ver que cada una estaba dispuesta a dar lo mejor de sí misma, y eso ha hecho que se cree una relación fabulosa entre todas», asegura Laura, una de las promotoras del viaje. Una aventura, en definitiva, para la que solo cabe un desenlace: compartirla. «África ha sido un sueño hecho realidad y ha cambiado nuestras vidas, así que toca contarles a todos las maravillas de este continente y esta gente», se despide Laura con una abierta sonrisa.





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