Esta es la historia de un sueño cumplido. De una experiencia inolvidable y «absolutamente recomendable». Sus protagonistas, nueve jóvenes españolas con una inquietud común: hacer una experiencia de donación y servicio en algún país africano. Treinta días y dos países por conocer –Kenia y Tanzania– a través de un proyecto exigente desde el punto de vista económico, pero que pudieron costear gracias a la venta de pulseras y camisetas diseñadas por ellas mismas, algo que sirvió, además, para recaudar fondos con los que poder llevar material escolar y médico a las aldeas.
En Nairobi (Kenia) tuvieron la oportunidad de integrarse en la vida de la comunidad colaborando en una guardería, ayudando en orfanatos, un colegio en el barrio más pobre o en una casa de acogida, donde les enseñaron a apreciar «lo que realmente importa en la vida», señala Marga, y donde constataron que «no es más feliz quien más tiene». En opinión de Belén, «los pobres somos en realidad los ciudadanos de los países desarrollados». Una persona que había estado fuera de África le dijo que no podría vivir en el primer mundo, con «tanto ruido y tanto estrés». «La gente no es feliz», le decían a Belén, añadiendo que necesitaban la sonrisa de la gente por la calle y muchas otras cosas más que en el mundo desarrollado no tenemos.