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INVOLUCRARSE... ¡ENGANCHA!

Virginia Villarraso

Virginia, una joven granadina, ha querido dar su tiempo y conocimientos para ayudar de forma concreta.
Todo empezó cuando estaba en Bachillerato y añadieron la asignatura de Proyecto Integrado, lo que en mi colegio se entendió por voluntariado. Cada trimestre hacíamos actividades comunitarias y la que más me gustó fue ayudar en un proyecto que tenían las misioneras combonianas en un barrio marginal de Granada, donde algunos voluntarios daban clase de español a inmigrantes. Una amiga de los Focolares llevaba tiempo ayudando en este proyecto, así que un grupo de jóvenes quisimos unirnos a ella, pero al ver que no nos podíamos comprometer todas las semanas, decidimos ir algunos domingos a pasar el día con ellos. Han pasado varios años y seguimos yendo, pero quería involucrarme más y finalmente este año he podido disponer de tiempo. Ahora llevamos un grupo entre las dos. Llegué el primer día muy nerviosa sin saber muy bien cuál era mi papel allí y si sabría dar una clase sin mi otra compañera, pues no es lo mismo ayudar al profesor, que ir de profesor. Pero en seguida me tranquilicé por la gran acogida que noté por parte del grupo, compuesto principalmente por señoras marroquíes con un nivel muy bajo de español. Yo estudio árabe, así que muchas veces no puedo evitar comparar ambos idiomas para aclararles algo o traducirles algunas palabras. Al principio me miraban asombradas y me empezaban a hablar en árabe hasta que se daban cuenta de que no me enteraba y entonces, querían enseñarme ellas a mí. A pesar de que supone un esfuerzo o a veces noto que no están muy motivados, merece la pena. Es una satisfacción cuando ves las ganas de aprender que traen algunos o cuando se despiden dando besos y agradeciéndote el estar allí. Y sobre todo, saber que estás ayudando a estas personas, que están viviendo en un país sin conocer el idioma, con otros problemas añadidos muy diferentes a los nuestros y que te hacen pensar que vivimos una vida demasiado fácil. Muchas veces tenemos prejuicios y miedo porque no conocemos la cultura de los demás, pero cuando entablamos relaciones con estas personas, estos prejuicios caen. Y como me dijo una de mis alumnas hace unos días, en una mezcla de inglés, francés y árabe casi incomprensible: «Si le das pez a un hombre, comerá hoy; si le enseñas a pescar, comerá toda su vida».



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