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Un reto llamado identidad

Conversación con David Luque 1



Por Victoria Gómez - @Victoria_GomezR
02-01-2023

articulo

Las reflexiones a las que nos llevan las preguntas de la cultura contemporanea, atmósfera que nos envuelve a cada uno personalmente y a todos colectivamente, nos pone ante una cuestión fundamental: cuál es nuestra identidad. ¿Cómo definirla? ¿Cómo se forma? ¿Hay que protegerla? ¿Debemos dilatarla? ¿Existen indicadores que ofrecen luz en este arduo camino? El artículo es fruto de la entrevista con David Luque, profesor de Ciencias de la Educación en la Universidad Complutense de Madrid, por parte del colectivo productor del podcast 12 palabras para 2022 2. La conversación se ha demostrado otro trecho de camino hacia lo que nos hace más humanos, y por tanto más libres, más responsables, y más conscientes de nuestro ser-en-el-mundo.


¿Cómo te gusta identificarte?

Me gusta pensarme como en la canción de los Marea, la banda de Berriozar cuyas letras escribe Kutxi Romero, El hijo de la Merce. Porque me gustan mucho las raíces de mi familia y su biografía: emigrantes de Andalucía que van a Madrid a buscarse la vida, con mi abuelo carpintero, mi abuela que trabajaba en telares, la chacha -mi tía abuela- que vivía con nosotros y también trabajó en telares, mi padre electricista, mi madre y mi tía costureras, mi tío en banca… Me gustan esas raíces sencillas y humildes, y me gusta identificarme con esa parte de Andalucía -aunque yo no tenga el deje andaluz-.


¿Sabrías definir tu identidad más profunda? ¿Podemos cada uno conocer la nuestra?

Probablemente yo no sé cuál es mi identidad más profunda y, probablemente, ninguno lleguemos a conocerla en toda su profundidad porque, si así fuese, no habría espacio para esa del juicio escatológico, quiero decir, un juicio no donde alguien nos juzga, sino donde nosotros mismos viésemos nuestra propia vida, también con esas zonas de oscuridad que viven en nosotros y que, cuando alguien nos pregunta por nuestra identidad más profunda, nos preocupamos de no contar. Todo esto está en manos de Dios, y, en fin, creo que no podemos llegar a conocernos de ese modo.

Hay identidades que llegan a herir a personas y grupos específicos, pero que son inseparables de las personas que las detienen.

Creo que no se deba plantear el tema de la identidad como algo que está depositado en ti de manera incondicionada, sino como algo profundo de lo que vas tomando conciencia poco a poco. Pienso que todo el proceso de formación de la identidad consiste en un proceso negociado con las relaciones que mantenemos con quienes conviven con nosotros, de un modo u otro, y con la realidad que nos rodea. En ese proceso te confrontas con personas radicalmente iguales a ti y radicalmente opuestas en los planteamientos teóricos, en las opiniones, en la forma de comprender la experiencia moral, política, estética, religiosa... Y no se llega con una identidad perfectamente formada a este encuentro, lógicamente. La familia es el ejemplo más claro: es lo más diverso y disparejo que existe en la realidad, y, al mismo tiempo, es el reflejo de la sociedad misma, donde formamos nuestra identidad en una medida importante.

Yo, por ejemplo, me podía comprender en la relación con mi padre, mi madre y con mi hermano mellizo, pero eso no implicaba que me pareciese a ellos, sino más bien al revés. Pero ellos, precisamente por ser distintos a mí, me rebelaron quién yo iba siendo. Cosa distinta es la cuestión de herir a otros por ser quien yo soy. Ahí, el hecho de que alguien se sienta herido por mi identidad, no depende tanto de quien yo soy, sino de la persona misma que se siente herida -naturalmente, si la forma en que actúo no va contra ella-. Esta convicción, casi estoica, me ha dado siempre mucha libertad y la posibilidad de convivir libremente con la complejidad de nuestro entorno.



Las identidades excluyentes son formas erróneas de comprender los procesos de formación de la identidad debido a que un único rasgo tiende a esconder y minusvalorar todos los demás.


Identidad y fragmentación. A menudo se habla de identidad a partir de los nacionalismos, pero a veces incluso respecto a la afiliación deportiva, un grupo de rock, una corriente filosófica...

Creo que así se plantea mal el problema. Cuando hablamos de identidad desde esos presupuestos nos referimos a individuos o colectivos que subrayan solo uno de los rasgos que la componen. Pero eso, más que un proceso de formación o de descubrimiento de la propia identidad, es un proceso de radicalización. Tiene lugar en personas que necesitan sentirse seguras en un aspecto muy reducido de la realidad, y, por eso, tienden a subrayarlo frente a todo lo demás y a hacerlo crecer. Sucede como con el gas noble que, aunque en mínimas proporciones, tiende a ocupar todo el espacio. Por tanto, cuando el rasgo excluyente con el que te identificas es tu patria, te vuelves un patriota intolerante; cuando es lo religioso, te vuelves fundamentalista y fanático... Cosa distinta es cuando ese rasgo negocia con los otros aspectos de la realidad con el fin de incluirlos en su configuración. Por ejemplo, yo puedo ser una persona religiosa y comprender que haya personas que no lo son y me enriquecen. En este caso, mi religiosidad no las excluye sino que las incluye, enriqueciendo mi propia experiencia religiosa, de modo creativo, original, empático. Por tanto, el problema de las identidades excluyentes son formas erróneas de comprender los procesos de formación de la identidad, debido a que un único rasgo tiende a esconder y minusvalorar todos los demás. Son problemas típicos de la radicalización que, incluso en forma leve, casi todos vivimos en ciertos momentos de la vida.


La formación de la identidad, por tanto, no se da sin una actitud dialógica...

Sobre este tema, Charles Taylor 3- filosofo canadiense que escribió A Secular Age y obtuvo el Premio Ratzinger- desarrolla un núcleo argumental donde analiza el tema de las protoconversaciones, a saber, elementos lingüísticos como gritos, risas o llantos con los que los niños logran comunicarse con su entorno. Taylor afirma que el lenguaje es lo que nos proporciona a cada uno el modo de ser y de vivir y, a través de él, en todas sus formas y contextos lingüísticos y extralingüísticos, nos desarrollamos. Lo interesante a propósito de esas ideas que aquí presento son dos cosas. La primera: el contexto de comunión, referido a las personas cercanas, mi padre y mi madre, mis hermanos, los cuidadores, los tutores, etc. que me transmiten una interpretación de la realidad en la que yo comienzo a habitar. La segunda: lo que nos proporciona ese contexto en heredad, que el propio Taylor llama un lenguaje de amor, que nos permite dar las primeras respuestas sobre quienes somos y lo que comienza a ser el mundo para nosotros.


Por tanto, ese es el camino para que la identidad madure y se enriquezca.

¡En una gran medida, sí! Porque es el camino contrario al del contraste o de la oposición del que hablábamos antes. Si seguimos pensando con Taylor, hay un momento en que él lee al Gadamer4 más social para articular la idea de la fusión de horizontes. El horizonte (sinónimo para él de conjunto de posibilidades que se abren ante el individuo) se enriquece en el encuentro entre personas y culturas, donde, si existiese una cultura superior, esta no miraría a las otras como inferiores, con un deje “misericordioso” o “piadoso”, sino que reconocería en ellas algo sumamente valioso que las enriquecería. Por tanto, si la pregunta es: ¿nuestra identidad se forma en el contacto con lo otro? Mi respuesta es: sí, se forma en el contacto con lo radicalmente otro, me da igual si ese otro tiene minúscula o mayúscula.




Nuestra identidad se forma en el contacto con lo otro? Mi respuesta es: sí, se forma en el contacto con lo radicalmente otro, me da igual si ese otro tiene minúscula o mayúscula.


Se dice que el ser humano vive instalado en una irrealidad perenne y por tanto proyectado hacia el futuro...

En realidad, no parece que tengamos otro modo de vivir. A mí me parece tan bonita y tan creativa esta forma de imaginarnos. ¡Tan humana! Hay una imagen que nunca he contado, que tiene que ver con la primera vez que decidí estudiar teología. Fue en EEUU. Yo cogía un autobús desde la universidad a casa, siempre a la misma hora y, día tras día, encontraba un judío ortodoxo que, en medio de un bus atestado de gente, viajaba ensimismado leyendo la Torah, con su kipá y balanceándose como imbuido en una oración. Observarle así me llevó a decirme a mí mismo: «¡Yo quiero eso! Hay una parte de mí que es eso», aunque, en realidad, en ese momento yo no lo era. Este es un ejemplo para decir que hay momentos de revelación o de epifanía que nos llegan a través de otras personas, las cuales nos muestran quiénes somos o qué estamos llamados a ser. Yo en ese momento me dije: “quiero estudiar teología”: ese buen hombre que rezaba en medio de un autobús me reveló parte de mi vocación.


La identidad se va enriqueciendo en el contraste y en la relación con todos. Por tanto ¿es insensata la posición de quien sostiene que hay que defenderla y protegerla a toda costa?

Planteada así, la identidad es sinónimo de ideología, y es un presupuesto erróneo. Es cierto, que hay rasgos de nuestro carácter que nos identifican. Yo, por ejemplo, soy mellizo -como he dicho- y desde el minuto uno del partido, mi hermano y yo jugamos en el mismo campo, usamos los mismos vestuarios, con experiencias de vida semejantes. Y, sin embargo, somos radicalmente distintos: tenemos equipos de fútbol distintos, bandas de rock favoritas distintas, etc. Es cierto que hay una base de lo que nosotros somos que nos constituye: rasgos de nuestro carácter con los que nacemos y que algunos llaman temperamento. Pero si nosotros identificamos eso, la persona que somos constitutivamente -aunque se pueda educar-, con un partido político, un equipo de fútbol, un grupo rock, cometemos el error de identificar algo que nos conforma con algo puramente accidental o contingente. Es defender una ideología pensando que defendemos una identidad.




A veces se comete el error de identificar algo que nos conforma con algo puramente accidental o contingente, y eso es defender una ideología pensando defender una identidad.


Al mismo tiempo, no hay que tener miedo de posicionarse de forma transigente en un modo concreto de pensar, siempre que se asuma que, tarde o temprano, se podría descubrir que se está equivocado, si se diera el caso. Hay que separar los planos político, religioso, cultural, social, que, en algunas ocasiones, se entremezclan de manera confusa y violenta. Sin diálogo. Estoy convencido de que hay problemas de puro sentido común que tienen que resolverse de una forma educativa elemental, y esa resolución permearía lo mediático, lo político, lo social, porque lo educativo bien hecho, bien desarrollado, sin presiones, sin intereses, resolvería de por sí también cuestiones políticas y cuestiones sociales que tienen que ver con la formación de la identidad de las personas.


¿Qué imagen podría representar la identidad?

Algunos personalistas que he leído usan la imagen del barco de Teseo5 : un barco continuamente dañado y contínuamente reparado, que, al final de su viaje, sigue teniendo una proa, una vela, un timón, que han sido sustituidos. Pero ese barco sigue siendo el barco de Teseo. Igual somos los seres humanos: vivimos constantemente experiencias, positivas y negativas, y, al final de este viaje que es nuestra vida, a pesar de los cambios que nos proporcionan esas experiencias, seguimos siendo nosotros. Eso que permanece es la identidad. Pero esas experiencias, como dicho antes, forman parte de un proceso negociado con la realidad, pues cuando reflexionamos sobre ellas y las interiorizamos, llegamos a conclusiones morales y existenciales que nos permiten madurar. No somos puro individualismo o puro colectivismo, sino que somos una identidad dialogada. Es un proceso más vivo y rico de lo que se imagina. La interioridad del ser humano no está hecha de compartimentos estancos, sino de continuas relaciones internas que se interpenetran unas a otras. Es ahí donde decidimos nuestra identidad.




No somos puro individualismo o puro colectivismo, sino una identidad dialogada. Es un proceso más vivo y rico de lo que se imagina.


La identidad es cuestión clave, sobre la que se habla en los foros más dispares, aunque hay mucha gente que sobrevive sin llegársela a plantear.

Como padres o profesores o tutores, como hermanos o primos o amigos, lo que podemos y debemos hacer es proporcionar a quienes tenemos a nuestro alrededor experiencias que les ayuden a plantearse cuestiones absolutamente decisivas en su vida, que les lleven a descubrir quiénes verdaderamente son o quiénes están llamados a ser. Pedagógigamente, esto se solía llevar a cabo a través del estudio de los grandes autores en la historia de la humanidad. Hoy, hay una apertura a realizaciones culturales más amplias, como el cine o las series de TV.

Lo anterior no debe llevarnos a pensar que afirmo que debamos experimentar continuamente cosas o que tengamos que estar volcados a probar absolutamente todo para llegar a definirnos, pero sí digo que hay experiencias de nuestras vidas que nos marcan en un sentido u otro. De la misma manera -y es la tarea educativa por antonomasia- hay que ser capaz de educar a los estudiantes, a los jóvenes, y también a los adultos para percibir cuáles pueden ser esos momentos decisivos, desde un punto de vista pedagógico: a detenerse un momento en ellos y pensar, sólo pensar. Nos lo decía un profesor, Miguel García Baró «Ojala tengamos la valentía cuando nos pregunten algo de decir: necesito tiempo para pensarlo». Lo mismo debería de suceder ante una experiencia que puede marcar la vida: «necesito pensarla». Me parece que es lo más profundo que pueda existir a nivel pedagógico.




La tarea educativa por antonomasia es educar jóvenes y adultos a percibir cuáles pueden ser momentos decisivos, a detenerse un momento en ellos y pensar, pararse a pensar.


¿Te preguntan tus alumnos sobre qué nos diferencia y qué nos caracteriza como seres humanos?

Si algo está claro en ellos es no concebir al ser humano como un ente meramente racional. Lo que les llama la atención es el mundo de las emociones y de los sentimientos; es decir, lo más ingobernable y misterioso que hay en nosotros. Esa es la esfera que hay que tocar para describir lo verdaderamente humano hoy día. Sabemos que existe una zona de oscuridad en el proceso evolutivo: no se sabe en qué momento se da el salto de lo puramente animal a lo puramente humano, pero hemos comprendido que la razón constituye al ser humano de una manera como no se da en ninguna otra especie. Sin embargo, somos también muchas otras cosas que sí se comparten con otros seres vivientes, como la capacidad de sentir pena, de percibir la tristeza en otros, de tener nostalgia... Me llama mucho la atención, por ejemplo, que los elefantes sean capaces de cultivar un sentimiento de pérdida y de luto yendo a sus cementerios. En definitiva, los estudiantes comprenden que sólo la razón como elementos distintivo del ser humano no satisface lo que viven en sus propias vidas y lo que aspiran a educar, y, sea eso lo que gustaría a los académicos o no, hay una parte de verdad en sus intuiciones y es necesario articularlo en la definición que demos sobre lo que sea ser humano.




A mis estudiantes lo que les llama la atención es el mundo de las emociones y de los sentimientos; lo más ingobernable y misterioso que hay en nosotros. Esa es la esfera que hay que tocar para describir lo verdaderamente humano hoy día.


En este contexto me aventuro en una pregunta ¿Cual era la identidad más profunda de Jesús?

Hay una forma no teológica de responderte, que es el título de una biografía escrita por John P. Meier6 : Un judío marginal. ¿Jesús era judío? Sí, no podía ser cristiano; pero era un judío marginal. Respecto a la identidad más profunda de Jesús, puedo decir dos cosas a través de dos vías, una rápida y una más compleja. La vía más rápida es absolutamente trinitaria, desde la perspectiva católica romana: Jesús, Hijo del Padre, Hijo porque no es Padre, Hijo porque no es Espíritu, que vive en una relación de amor íntimo con el Padre, cuyo vinculo de unión es el Espíritu -perdón por la superficialidad en este contexto-. La vía más compleja y tortuosa es el proceso de autodescubrimiento del propio Jesús: él descubriendo quién era verdaderamente. Es una vía bonita y compleja, que nadie ha conseguido trazar por completo con éxito, porque el acceso que tenemos a la interioridad de Jesús es muy parcial: llegamos a ella solo a través de autores secundarios, los evangelistas, que, aunque inspirados, escriben lo que recuerdan. Los suyos son relatos heterogéneos, influídos unos por otros, con intencionalidades distintas, dirigiéndose a comunidades muy diferentes. De todos modos, a través de estos relatos llegamos a saber por lo menos dos cosas y claramente: una es que en Jesús tiene lugar un proceso de descubrimiento de quien de verdad es Él, así como que en Él se da un proceso de descubrimiento de que iba a morir.


De Dios no conocemos el nombre pero sabemos que en Jesús, y al final de su vida terrestre, llega incluso a perder su propia identidad por amor...

La experiencia del hambre la conocemos por quienes han sufrido hambre, y así la experiencia de la sed, en cambio cuando hablamos de la libertad nunca recurrimos a quienes han sido privados de ella. Y en cambio existen testimonios eficaces. Pienso por ejemplo al cardenal Van Thuan7 , a Etty Hillesum8, a Edith Stein9 , a Pável Florenski10 y a muchos otros. Sus escritos nos revelan que a mayor cuota de privación (forzada) de la libertad, mayor es el descubrimiento de que la máxima expresión de libertad es la donación.

En un lenguaje teologico, en cambio, lo que descubrimos es que, en el momento de absoluto abandono del Hijo, hay un vaciamiento de toda su dimensión divina para dar entrada a toda su dimensión humana, que culmina en la misteriosa expresión «en tus manos encomiendo mi espíritu»11. De todo esto aprendemos que se puede llegar a sostener que verdaderamente somos cuando no somos. Es la experiencia mística del no-ser, la experiencia de la renuncia a lo que uno es justamente para ser. Y ese ser supone una identificación con la voluntad absoluta y radical de lo que se percibe voluntad de Dios, que es como decir con Dios mismo.


Se deduce que la clave que permite esta profundidad, o esta cima, no es ni el deber, ni la devoción, ni la fidelidad, sino el amor.

Absolutamente sí. O el deber con amor, la devoción con amor, la fidelidad absolutamente amorosa. Este matiz es fundamental. De hecho, si borramos el atributo del amor, estamos eliminando el atributo de lo divino y también de lo humano.


Este tema es complejo y elevado, pero es importante hablarlo ya que chirría y descoloca la lógica de la identidad cuando afirma que A es igual a A.

Lo escribe también Florenski al principio del libro La Columna y el fundamento de la verdad 12: tendemos a pensar que A es igual a A, en realidad A es distinto de A y por lo tanto es B; B es distinto de C y por lo tanto es D y al final de la cadena llegaremos a afirmar que A es una apertura.
Newman13 decía estar seguro solo de dos cosas: de que Dios existe y de que existo yo. Si Dios existe puedo existir yo; y si Dios no existe carece de necesidad que yo deba existir. Dicho esto, moviéndonos en un lenguaje más sociológico, se debe reconocer la existencia de personas que legítimamente y necesariamente creen que la religión sea un invento del ser humano; de lo que no hay duda es que hoy la religión ocupa un lugar distinto del que ha ocupado milenariamente: ya no es la fuente de sentido de la vida, sino una fuente de sentido más en la vida. También en relación a la identidad, notamos que incluso personas religiosas, asumen respuestas que orientan su vida no solo a partir de fuentes religiosas sino de fuentes heterogéneas, como explica Peter Berger14 en su libro Los numerosos altares de la modernidad.


En la vida social y política con sus contradicciones y polarizaciones, que se acentúan en periodos electorales, se repite de manera obsesiva la palabra identidad. ¿Habría una “vacuna” para esta enfermedad que difundir entre la opinión pública? ¿Cómo deshacer el nudo que nos tiene atados a la polarización?

Me gusta la clave que ofrece Martha Nussbaum 15 cuando habla sobre la empatía. Ella, que fue galardonada incluso con el Premio Príncipe de Asturias, pide a sus estudiantes, que probablemente se convertirán en futuros jueces y deberán decidir un día no solo sobre la libertad de las personas sino sobre su vida y su muerte, que lean Oliver Twist, de Charles Dickens. El postulado de Nussbaum es casi de teoría literaria, es decir: la lectura ayuda a ponerse en el lugar de otras personas de manera que cuando se deben tomar decisiones que afectan a esa vida de otras personas se ha adquirido el hábito de ponerse en su lugar antes de decidir. Este es un principio fundamental desde el punto de vista pedagógico: no se trata de analizar en qué consiste la empatía, sino de verificar como la habituamos en nuestro comportamiento. Por tanto, no existen vacunas. Es necesaria la formación. La capacidad de ponernos en la piel de los otros podría erigirse como principio político, además de ser uno de los aspectos del proceso de humanización. Nussbaum lo plantea desde el punto de vista pedagógico y en contextos de radicalización y de polarización, demostrando que la empatía es un lugar político.



La capacidad de ponernos en la piel de los otros podría erigirse como principio político, además de ser uno de los aspectos del proceso de humanización.


Ya el oráculo de Delfos recitaba “conócete a ti mismo”...

Chesterton iba un poco más allá. Decía que uno de los fines de la formación humana en cada momento del proceso de aprendizaje, no como resultado último sino como proceso, (se hable de pensamiento crítico, moral, politico, y se podría añadir se trate la estética o la religión), es la alegría, como la capacidad de sentir júbilo en el corazón. Chesterton llegó incluso a afirmar que el inicio de los declives políticos es precisamente la pérdida del humor, porque impide reflexionar seriamente sobre las cuestiones complejas.



1Estudios en Ciencias de la educación, en la Universidad Complutense de Madrid (UCM), que ha simultaneado con la licenciatura en teología y una tesis doctoral calificada de Sobresaliente Cum laude con mención europea. En perspectiva internacional, ha sido visiting scholar en algunas universidades europeas e impartido docencia en asignaturas que van desde la educación a la filosofía, a la ética profesional y la historiografía. En la actualidad, es profesor en la UCM y pertenece al grupo de investigación «Cultura Cívica y Políticas Educativas». En reconocimiento a su carrera académica, ha sido galardonado con los Premios Extraordinarios de Licenciatura y de Doctorado, el Premio Complutense de Humanidades y el primer Premio Nacional de Excelencia Académica en el ámbito de la educación. https://educacion.ucm.es/david-luque-mengibar

2https://open.spotify.com/episode/3iPc2sHBDPO4albDGNtcPz?si=TBhX3xVlSluFRdGg_6LjMA

3Charles Taylor (Canada, 1931), profesor de filosofía y derecho, reconocido a nivel internacional por sus reflexiones sobre la naturaleza del Estado moderno y los retos en el articular su diversidad religiosa y cultural, que afronta desde una perspectiva comunitarista. En los últimos años, su investigación se ha centrado en el estudio del papel de las religiones en las sociedades modernas.

4Hans-Georg Gadamer, uno de los pensadores alemanes protagonista de la escena filosófica de la segunda mitad del siglo XX. Su obra cumbre Verdad y método (1960), inicio de la hermenéutica filosófica. Su característica dominante según Habermas es el esfuerzo continuo por “establecer puentes”, no sólo entre las personas, sino también entre las diferentes tradiciones culturales y de pensamiento. https://www.philosophica.info/archivo/2019/voces/gadamer/Gadamer.html

5https://verne.elpais.com/verne/2020/07/29/articulo/1596021720_509629.html

6https://www.logos.com/product/50033/un-judio-marginal-nueva-vision-del-jesus-historico

7https://www.ciudadnueva.com/nuestrosautores/516/van-thuan

8https://es.aleteia.org/2020/07/21/etty-hillesum-el-cielo-vive-dentro-de-mi/

9https://www.vatican.va/news_services/liturgy/saints/ns_lit_doc_19981011_edith_stein_sp.html https://smoda.elpais.com/feminismo/https://smoda.elpais.com/feminismo/edith-stein-la-santa-que-pudo-haber-cambiado-la-historia-de-la-filosofia/

10http://www.sigueme.es/autores/pavel-florenski.html

11Lc 23, 44-46

12Pável Florenski, ingeniero de reconocido prestigio, trabajó durante el régimen soviético en la electrificación del país. Sin embargo, sus ideas le condujeron a un campo de reeducación en las islas Solovki, donde tras cinco años de duro cautiverio fue fusilado. Su obra mayor, La columna y el fundamento de la Verdad, abre el camino a un nuevo pensamiento que se funda en una original teodicea. Tendiendo puentes entre la razón y la fe, la ciencia y la liturgia, Atenas y Jerusalén. Su intento de volver a llenar los dogmas de la fe con la savia de la experiencia espiritual viviente va acompañado de un impresionante caudal de conocimientos –desde la matemática a la historia del arte, desde la filosofía antigua y moderna, la lingüística, la literatura y la iconografía a la historia del dogma, la patrística y el folklore– que le han valido el título de «Leonardo da Vinci ruso».http://www.sigueme.es/libros/la-columna-y-el-fundamento-de-la-verdad.html

13John Henry Newman y su idea de la universidad. Sembrando las raíces de la educación superior contemporánea, https://www.youtube.com/watch?v=DiTHkzkQz6M. La influencia de John Henry Newman en la reflexión educativa del último medio siglo, tesis doctoral de David Luque.

14La teoría de la secularización, basada en la idea de que la modernidad conlleva necesariamente un declive de la religión, ha servido durante cierto tiempo como paradigma para el estudio de la religión. Pero, a la luz de la evidencia empírica, ya no puede sostenerse. Propongo que unl nuevo paradigma permita comprender la modernidad y la religión porque capaz de afrontar dos pluralismos: la coexistencia de religiones diferentes y la coexistencia de los discursos secular y religioso, quese dan tanto en la mente del individuo como en el espacio social. http://www.sigueme.es/autores/peter-l.-berger.html - http://www.sigueme.es/libros/los-numerosos-altares-de-la-modernidad.html.

15Martha Nussbaum, ocupa la cátedra de Derecho y Ética en el Departamento de Filosofía de la Facultad de Derecho y la Divinity School de la Universidad de Chicago. En 2012 ha sido galardonada con el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales. Muy interesante su «enfoque de las capacidades» con sus consecuencias educativas. https://revistas.usal.es/index.php/1130-3743/article/view/teoredu20152724570<

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