Dos testimonios de sendas lectoras que vuelven a proponernos el valor de la ética laboral y profesional.
Antes del verano leí en Ciudad Nueva un testimonio firmado por Juan Ignacio Larrañaga (ver nº 443, junio 2007, p. 24) que me ayudó mucho a enfocar unos temas en mi trabajo. Os lo cuento porque a lo mejor le puede servir a otros lectores.
Yo también trabajo como ingeniero, en el departamento de mantenimiento de una empresa eléctrica. También aquí tenemos ocasión de trabajar con empresas contratistas colaboradoras y, como decía Juan Ignacio en su testimonio, es frecuente encontrarse en procesos de estudio y adjudicación de ofertas. Justo me encontraba en una de esas situaciones cuando leí ese artículo sobre ética profesional. Tenía que decidir entre potenciar a una empresa poco conocida en la casa, pero que parecía idónea y muy rigurosa en su trabajo, o dar crédito a otros compañeros, que no la veían con buenos ojos, prescindiendo de los criterios profesionales.
Leer esa entrevista descrita en el artículo me dio el valor para apostar por esta empresa. Así que organicé una reunión con mis compañeros donde la contrata pudo presentar su producto y procedimientos. De este modo todos se involucraron, hubo ocasión de intercambiar mejoras, aclarar dudas, etc. En una reunión posterior con la contrata me agradecieron la posibilidad que les habíamos brindado de colaborar con nosotros y la confianza que habíamos mostrado. Además han terminado los trabajos en menos tiempo del previsto y ajustándose al presupuesto. Ahora, otras unidades de la empresa han comenzado a adjudicarles otros trabajos a raíz del buen resultado obtenido en los anteriores.
En diciembre del año pasado pasé por otra situación compleja que traté de vivir con este mismo espíritu, y al leer el artículo de Juan Ignacio me reconfortó ver que tal vez no me había equivocado.