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Correspondencia



Por la vida / Una tarde realmente feliz / ¿Educación aséptica?
Por la vida El 7 de marzo ha sido el día español en defensa de la vida. Diversas ciudades españolas han visto ocupadas sus calles por numerosos ciudadanos en contra del aborto. En Madrid, unas 600.000 personas, según afirman los organizadores, han salido para reclamar la superación de las prácticas abortivas y dar viabilidad a los fetos humanos que, por la inexorabilidad permisiva de una ley, pueden ser legalmente destruidos. Y esto lo han hecho más allá de su propia ideología, de modo que se han dado de la mano en este día tanto la sensibilidad religiosa como la de derechas e izquierdas, e incluso la que no se podía encajar en ninguno de esos moldes. Lo que han visto las calles de Madrid no se puede definir, por tanto, ni como manifestación religiosa ni partidista, sino esencialmente cívica por el valor «vida», y fundada en una serie de tomas de postura que la justifican: por un lado, la certeza científica de la humanidad indiscutible del feto; además la reclamación al Estado social para que no deje a las embarazadas sin recursos a su suerte; y también una llamada a la ciudadanía en su conjunto para que exija a los políticos y a los poderes económicos no legislar contra la moral social. Los medios de comunicación gubernamentales han denunciado como religiosas y derechistas las movilizaciones; la oposición de derechas pide el voto a los ciudadanos prometiendo una derogación de la ley del aborto si en las próximas elecciones obtiene mayoría, lo que resulta llamativo, porque en legislaturas anteriores cuando ocupaba el poder con mayoría absoluta no hizo nada por derogar la ley del aborto ya existente. Surge pues un movimiento cívico cercado por las políticas partidistas que si no sabe nadar en estas aguas sin contaminarse haciéndoles el juego, perderá toda posibilidad de futuro. D.B. Una tarde realmente feliz En el grupo de la Palabra de vida, como no tenemos mucho dinero, hemos pensado que podíamos dar una parte de nuestro tiempo a quien lo necesite. Me acordé de una chica a la que había conocido en el camping al que van nuestros hijos. Padece una lesión cerebral y me acordaba de sus grititos cuando me oía tocar la armónica. Así que decidimos ir a visitarla a su pueblo. Fuimos doce del grupo y además se sumaron otros diez del coro. Cuando llegamos, la chica nos miraba y casi ni reaccionaba; en cambio, sus padres estaban conmovidos. En menos de una hora preparamos algo de picar para todos, y después de comer empezamos la fiesta para “la reina de la casa”. Dicen sus padres que lo entiende todo, es más, en alguna canción seguía la letra fijando su atención en alguno, e incluso parecía querer tararearla con sus grititos. El amor es contagioso. Creo que cada uno de los que fuimos pudo dar algo de sí mismo, y desde luego todos teníamos la seguridad de haber pasado una tarde realmente feliz. S. D. V. ¿Educación aséptica? Doy clases de religión en un instituto técnico donde también me ocupo de “la ventanilla del alumno”, a la que acuden para compartir penas y alegrías. He asistido a muchos cursos de formación y actualización para poder realizar mi trabajo con competencia y casi todos los cursos los llevaban psicólogos. Uno de los aspectos que más salía, y que me interpela, es la convicción de que quien se dedica a escuchar ha de ser aséptico y no expresar juicios ni dar consejos, sino estimular una respuesta que salga “desde dentro” del alumno, de manera que él mismo encuentre el camino. O sea, tienen que salir de él mismo las motivaciones vitales que le lleven a afrontar la realidad de manera autónoma. Ahora bien, ¿cómo es posible vivir la relación con un educando si lo que tienes que hacer cuando estás ante él es ser como una momia insensible? Me viene ahora a la mente ese formidable educador que fue Don Bosco, que lo era justamente porque no se quedaba aséptico ante los muchachos, y por eso llegó a trazar una línea en el tema educativo. Creo que hace falta tener un gran respeto por todo lo que expresan los chicos, pero también hay que demostrarles que son acogidos y amados tal y como son, que compartes sus penas y alegrías y que algunos de los pasos que dan son importantes y hay que reconocerlos I. P.



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