Algunos conceptos están siendo manipulados y confunden las conciencias. Sobre ellos no podemos permitirnos dudas, si no, llegaremos a pensar que el aborto es un mal menor que hemos de aceptar.
Esta afirmación es una evidencia, porque hoy millones de vidas son eliminadas silenciosamente en aras de la libertad de la mujer y de la salud reproductiva. Es un exterminio fácil, porque el ser humano en el útero no puede defenderse, solo confía en el amor de quien lo lleva en su seno.
Se ha escrito mucho sobre este tema, y los argumentos a favor de la vida son tantos y de tanto peso, que es imposible detallarlos aquí. Al menos aclaremos algunos conceptos que se están manipulando, gracias a la perversión del lenguaje, y confunden las conciencias. Sobre ellos no podemos permitirnos dudas, si no, llegaremos a pensar que el aborto es un mal menor que hemos de aceptar. Juan Pablo II, en la encíclica “Evangelium vitae” dice: “Si es muy grave y preocupante el fenómeno de la eliminación de tantas vidas humanas incipientes o próximas a su ocaso, no menos grave e inquietante es el hecho de que a la conciencia misma, casi oscurecida por condicionamientos tan grandes, le cueste cada vez más percibir la distinción entre el bien y el mal en lo referente al valor fundamental mismo de la vida humana”. Y también: “Todo hombre abierto sinceramente a la verdad y al bien, aún entre dificultades e incertidumbres, con la luz de la razón y no sin el influjo de la gracia, puede llegar a descubrir en la ley natural escrita en su corazón, el valor sagrado de la vida humana desde su inicio hasta su término”.
Hoy se habla de la “interrupción voluntaria del embarazo” (aborto) como de un derecho de la mujer, cuando el derecho que se antepone a cualquier otro y el más fundamental es el derecho a la vida. Se argumenta que la mujer es “soberana” sobre las decisiones que se refieran a su cuerpo, pero el ser humano en desarrollo en el útero materno no forma parte de la sustantividad ni de ningún órgano de la madre, aunque dependa de ésta para su desarrollo.
Manipulando el lenguaje y llamando al aborto “interrupción voluntaria del embarazo” se quiere conseguir rebajar la crueldad de una muerte provocada y violenta. Esto entra en conflicto con los logros de nuestro derecho penal en lo referente a la protección de un bien jurídico, como es la vida humana, que se considera básico, fundamental, irrenunciable e indisponible, y por eso no sólo reprime con penas severas toda forma de homicidio, sino que retira el poder de disposición sobre la vida humana a los particulares y también al Estado (por ejemplo, derogación de la pena de muerte).