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Todavía podemos ganar este partido

Santiago Durante (desde Argentina)

No se trata de enfrentar a la persona con la tecnología, sino comprender quién tiene el poder de guiar nuestros pasos: las pantallas o nuestros propios valores.


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Una vez le preguntaron a un alto direc­tivo de Netflix quién era la principal compe­tencia de la empresa, y él sorprendió con su respuesta: el sueño de la gente. La anécdota la trajo a colación Juan Pablo Cannata, profesor de Sociología de la Comunicación en la Universidad Austral (Argentina) du­rante una charla que mantuvo con un grupo de chicas y chicos. La inquietud de los adolescentes ante el consu­mo constante de pantallas en general, y redes sociales en particular, es aplicable también a los adultos, que experimentamos cada vez más una fuerte dependencia de los dispositivos mó­viles, ya sea por necesidad o por ocio. «Hay gente que dice que cuando no tiene encima el teléfono móvil siente que le falta una mano, un brazo, una parte del cuerpo. Esa sensación psicológica muestra el nivel de vínculo que te­nemos con estos medios y el nivel de necesi­dad que se va generando», dice Cannata.
Esa nueva anatomía del ser humano está relacionada con las conclusiones a las que ha llegado la ONU: «Es la primera vez en la historia que una innovación avanza tan rápidamente como lo han hecho las tec­nologías digitales; en apenas veinte años han llegado a cerca del 50% de la población del mundo en desarrollo y han transformado las sociedades». Claramente aquí nos estamos re­firiendo solo a esa parte de la humanidad que tiene acceso a estos medios, donde la tecnolo­gía puede tener un efecto igualador, aunque no perdemos de vista los millones de personas en el globo que no tienen alcance a estas nuevas herramientas y quedan rezagadas en cuanto a la conectividad.
 
Recalculando
Retomando el camino de aquel diálogo entre los adolescentes y Cannata, cabe decir que no se trata de demonizar estos dispositivos que han modificado nuestra vida cotidiana, sino más bien poner el foco en su uso, y abuso, que puede llenarnos de beneficios o bien puede perjudicarnos a nivel individual y relacional.
De hecho, las redes sociales, multiplicadas en sus formas, cada una con características diferentes pero todas con la intención de unir a las personas, no importa dónde se encuentren, pueden conectarnos, o bien enredarnos hasta el extremo de no saber cómo escapar. «Las redes sociales, desde el punto de vista psicológico, son como la Coca-Cola, los videojuegos o la pizza. Cuanto más bebes, juegas o comes, más quieres. Es una dinámica de refuerzo que va generando un efecto de tolerancia y siempre quieres más», explica el profesor. Y agrega: «En algún momento te hartas un poco con estos alimentos. En cambio, las redes sociales tienen una novedad permanente y generan esa ansiedad, esa curiosidad por ver qué pasa con la nueva actualización. Y eso formatea el cerebro, que va consumiendo esa nueva información por el efecto de la curiosidad. Y para estar tranquilo, cada vez necesita consumir antes esa información. Entra en una dinámica que se vuelve adictiva».
De una u otra manera, la mayoría de la gente ha sido víctima de esos «gusanos del tiempo». ¿Quién no ha entrado en una red social para ver simplemente un vídeo y de pronto se da cuenta de que había estado 45 minutos envuelto en uno y otro y otro contenido, perdiendo por completo el control de la situación?
 
¿Qué hacer ante esto?
Con un público adolescente delante de él, Cannata recurrió a un nuevo ejemplo gráfico para realizar acciones recomendables: «Hay que pensar en una dieta saludable de consumo de redes sociales; en vez de dejarte llevar por la dinámica que te lleva a cualquier lado, pensar qué es bueno para ti (para tus valores, tu proyecto de vida), pensar cuál sería un consumo en redes que funciona a favor de eso y plantearte un objetivo. Ejemplo: en mi proyecto de vida hoy cabe una hora de Instagram». ¿Pero cómo se hace, Juan Pablo? «De la misma manera que si tuviéramos exceso de peso y quisiéramos tener una dieta de alimentos saludables. Hay una combinación entre ejercicio, actividad y lo que estás ingiriendo. En el caso de las redes, hay que cortar algunos puentes, generar algunas distancias (es muy difícil hacer dieta si estás todo el día con dos kilos de helado en la heladera, siempre al alcance). Hay gente que hace detox y desconecta el móvil durante un fin de semana. Y si hay posibilidad de hacerlo yéndose a otro lugar, mejor».
Está demostrado que los cambios de hábitos se logran con las acciones repetidas durante un buen período de tiempo. Algunos especialistas hablan de 21 días, otros, algunos más. Lo cierto es que en cada uno está la posibilidad de comenzar en cualquier momento, apoyarse en la voluntad e incluso compartir el deseo de cambio con otros que nos puedan ayudar a sostener las repeticiones de esas nuevas acciones. 
Entre esas posibilidades, Cannata sugiere que «hay que invertir la carga de la prueba: no vivir conectado y pendiente del teléfono, sino vivir haciendo lo que uno tiene que hacer y conectarse cuando sea necesario. Y, desde el punto de vista del entretenimiento, conectarse cuando uno lo tenga pensado. De la misma manera que, habitualmente, en horario de trabajo o de estudio no haces un maratón de Netflix (o de cualquier otra plataforma), lo mismo ocurre con el móvil».
Somos conscientes de que en muchas ocasiones la cultura contemporánea conspira contra la necesidad de dormir del ser humano, por lo que desde la psicología recomiendan precisamente cuidar la noche y las horas de sueño.
Y la frase final de Cannata a los adolescentes, que los adultos también podemos asimilar, justamente se refiere al poder que nace de la autenticidad y originalidad de cada uno: «El equilibrio lo sacamos de nuestros valores personales, con los que queremos vivir. Queremos vivir de una manera y tenemos que hacer que la tecnología nos ayude a vivir así». La pelota (o el móvil) la tenemos nosotros. Es una herramienta grande y valiosa. Hagamos que juegue para nuestro lado. Todavía podemos ganar este partido.
 




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