Desde hace dos años venimos oyendo la palabra sinodalidad. ¿Por qué ahora, si en la Iglesia ha habido muchos sínodos?, ¿cuál es la novedad? Lo aclara el papa Francisco: sinodalidad es caminar bajo la guía del Espíritu Santo, juntos y con toda la Iglesia, para aprender a escuchar y discernir un horizonte siempre nuevo. El sínodo que se celebrará en octubre de 2023 tiene un lema: Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión. Y el Papa ha convocado a todo el pueblo de Dios, como «camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio»1.
La novedad es que no se limitará a la Asamblea Sinodal de octubre 2023, sino que la precede una fase de consulta en las iglesias particulares, de manera que todos, creyentes y quienes están «fuera» de las estructuras eclesiales, aporten su reflexión. En nuestras diócesis, parroquias, movimientos, asociaciones, etc. ya hemos empezado. En un encuentro telemático a primeros de abril, promovido por los Focolares, compartimos aportaciones personales y de grupo de diferentes lugares, a veces entusiastas: «La experiencia ha supuesto verificar a nivel personal y descubrir juntos cómo hemos vivido hasta ahora nuestro ser Iglesia y cómo afrontar el futuro. Una experiencia positiva de discernimiento».
Supone un examen de conciencia. Preguntarse ¿quiénes creemos que son nuestros compañeros de viaje en nuestra comunidad? ha llevado a plantearse: ¿camino al lado de otras personas o junto a ellas?, ¿qué tipo de relación tenemos con quienes caminamos? Las respuestas evidencian que hay que mejorar la sinceridad de las relaciones. Y también la escucha. Sucede a veces que no nos sentimos libres de comunicar, o no nos atrevemos a decir lo que pensamos por temor de herir o generar conflicto, pero de hecho no nos escuchamos hasta el fondo. Pero «este caminar juntos requiere posponer las convicciones personales, “limpiando” el espacio para acoger al otro en su diversidad. Y esto nos enriquece siempre».
«Me propusieron participar en el consejo de mi vicaría –cuenta Esperanza Ayala–, dije que sí porque he aprendido de Chiara a aceptar responsabilidades para amar con hechos. Y he descubierto un mundo nuevo. Era consciente de que al “hacerme uno” con cada persona, debía olvidarme de mi pertenencia a los Focolares, escuchar mucho y hablar poco, tratar de percibir la voz del Espíritu Santo. Una experiencia profunda, de mucho trabajo y enriquecimiento. Nada fácil ante posiciones clericales o poco flexibles o pocos acogedoras... Me parece apasionante poder sentirnos un solo Pueblo de Dios. No sé si somos conscientes de la revolución que esto supone en la iglesia».
Pedro Juárez es párroco en un pueblo de Alicante: «Una vez en marcha con el trabajo sinodal, la principal preocupación era cómo llegar no solo a los asiduos de la parroquia, sino a toda la “Iglesia en escucha”. Por las circunstancias de la pandemia grabé un vídeo y lo difundí por las redes. La respuesta de un amigo fue contundente: “Me alegra ver que vayáis entendiendo que los tiempos están cambiando vertiginosamente y que tenéis un serio problema que resolver [...]. El actual Papa es un gran conocedor de lo que hay, además está teniendo la valentía de querer afrontarlo, por eso os embarca en esta misión. [...]. Soy agnóstico, no falso. Perdí la fe y ya no me importa encontrarla. Si algo hubiese de bueno tras el último aliento, estoy seguro de que habrá un huequito para mí”».
«Cuando el Papa dio comienzo a este sínodo –dice Esther Gómez, madre de familia numerosa–, sentí que era otra llamada. Tardó en ponerse en marcha, pero apenas supe que empezaban a reunirse grupos sinodales entré en uno de ellos, “a la escucha” y como fermento de unidad en lo posible. Caminábamos con otros, aunque sin mucha comunicación, hasta que se convocó una jornada de reflexión para toda la comunidad parroquial y esto lo cambió todo. Nuestro grupo se unió a la preparación. Supuso reuniones, ser flexibles, escucharse y aportar hasta llegar a un trabajo común entre sacerdotes y laicos y abierto a los que luego participasen. Salimos de esa jornada con la impresión de ser distintos a como habíamos llegado».
Y en este camino no faltan los jóvenes, como el grupo que se reunió en Calahonda (Granada). De ellos viene un cambio natural de actitud por una escucha abierta, por dejar hueco al otro sin anteponer el proprio criterio; es fundamental la parresía, expresar lo que se piensa con total confianza.
Juntos, esa es la clave, aprendiendo unos de otros. Estamos ante un horizonte abierto y depende de todos, con dos palabras como brújula: comunión y corresponsabilidad. A mí, Teresa, se me ha presentado la oportunidad de salir de mi zona de confort a través de un jesuita que está abriendo nuevos caminos de diálogo en mi diócesis, Gipuzkoa. Un párroco, preocupado por la confrontación y división en la diócesis, pidió su colaboración y pusieron en marcha grupos de escucha para tratar de sanar heridas. Pidieron la colaboración también a los Focolares, sabiendo que nuestro carisma prioriza construir la unidad.
Seguramente, cada uno de los que estáis leyendo este artículo tenéis otras experiencias que contar y os animamos a hacerlo.
La finalidad de este proceso no es producir documentos, sino «hacer que germinen sueños, hacer florecer esperanzas, estimular la confianza, vendar heridas, entretejer relaciones, aprender unos de otros»2. ¡Soñemos y caminemos juntos!
1) Discurso para la Conmemoración del 50º aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos, 17 de octubre de 2015