Imparable, irreversible, inevitable son adjetivos que califican la Cuarta Revolución industrial, o Industria 4.0, tema con enormes implicaciones en la vida personal y social. Fadi Chehadè, en la entrevista sobre Internet del número anterior, introducía ya en este tsunami digital que permea el siglo XXI. Pandemia y guerra, no solo en tierra europea, son el crudo trasfondo al diálogo con Gabriel García Margaix1 que bien conoce la transición digital de Industria 4.0, su complejidad y contradicciones. 

–Empezamos por el principio ¿qué es digitalizar y quién digitaliza?

–Digitalizar es convertir una magnitud física, un texto o una señal analógica en forma digital apta para ser tratada por el ordenador. Desde el mundo de la empresa se considera el uso de la tecnología para transformar organización y procesos en vista de una mayor productividad. En el mundo se generan a diario miles de millones de datos que se almacenan. Sucede cuando escaneamos un documento, hacemos una fotografía, creamos un MP3 o recogemos datos de una máquina mediante sensores. Toda información que se digitaliza se democratiza para facilitar su intercambio y exposición pública. Un ejemplo son los relojes digitales cada día más frecuentes, que controlan la actividad física y otras funciones: sincronizando sus datos con el móvil, digitalizamos nuestra actividad que podemos enviar al sector sanitario, comercial, bancario, incluso artístico o a las redes sociales, etc.