Las causas que provocan las migraciones son un complejo entramado de efectos interconectados que actúan en la geografía y en la historia, a menudo de manera espasmódica y como síntoma de patologías de origen diverso, a veces oculto. Por eso es de difícil comprensión. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) responden fielmente a esa tipología de fenómenos que precisan de un tratamiento multidisciplinario y tejido de relaciones interdependientes.

Aun así, identificar un factor principal puede ayudar a comprender mejor cualquier relato. Fijémonos en el ODS 10, la reducción de las desigualdades. Además de implicar múltiples factores, este objetivo necesita saber nadar contra corriente. Las desigualdades muestran una tendencia creciente dentro de los países y entre ellos, posiblemente agravada por la crisis de la Covid-19. Además presentan muchas caras, y una de las más crueles es la desigualdad de los ingresos. En este sentido la ONU, en su Informe sobre Desarrollo Humano de 2019, prevé que, si sigue la tendencia actual, en 2050 el 39% de la riqueza mundial estará en manos del 1% de la población.

La falta de recursos en una parte creciente del planeta empuja a millones de personas a desplazarse en busca de las mínimas condiciones para vivir. La meta 10.7 de los ODS establece que es necesario «facilitar una migración y una movilidad ordenadas, seguras, regulares y responsables» mediante políticas migratorias planificadas y bien gestionadas. Solo con asomarse al Mediterráneo, el drama que contemplaremos nos mostrará que es necesario avanzar decididamente en este objetivo.