Pensando en todos estos años de vida juntos, hemos comprobado que realmente el matrimonio conlleva una «gracia» que nos ha ayudado a perfeccionar el amor entre nosotros. Requiere paciencia y actitud de servicio, no tener envidia y no hacer alarde ni agrandarse.
Sanando la envidia
Agustín: La envidia es esa especie de tristeza que se llega a sentir por el bien ajeno, y se da cuando uno se concentra demasiado en su propio bienestar, en su propio yo. Pero en el amor no hay lugar para sentir malestar por el bien de otro, sino que aceptas que cada uno tiene dones diferentes y distintos caminos en la vida. Esto nosotros lo hemos vivido de una manera especial, ya que tuvimos muchas dificultades para tener a nuestro hijo, Juan Carlos, que tardó siete años en llegar.
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