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Ignacio Zuloaga y Segovia

Clara Arahuetes

Museo Zuloaga Castillo de Pedraza Segovia


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Pedraza se encuentra en la lista de los pueblos más bonitos de España. Sorprende al visitante nada más llegar. En el recinto amurallado solo hay una puerta de entrada reconstruida en el siglo XVI, llamada el Arco de la Villa. Hasta no hace mucho estas puertas de álamo negro se cerraban por la noche. 
 
Entramos así en su conjunto medieval perfectamente conservado. Los escudos heráldicos de sus casas solariegas y palacios nos hablan de su antiguo esplendor en los siglos XV y XVI, en tiempos de los Velasco, dueños de la villa. Su origen se remonta a la Edad Media y se edificó entre los ríos Cega y Vadillo, con una muralla y un castillo que la convirtieron en inexpugnable. Precisamente en su castillo, del siglo XV, nos encontramos con otra sorpresa: el Museo Zuloaga. 
Ignacio Zuloaga visitaba con frecuencia la ciudad de Segovia y su provincia desde que su tío, el ceramista Daniel Zuloaga, se estableció allí. En una de estas visitas en 1921 se interesó por este castillo, que estaba casi en ruinas, y lo adquirió en 1926 junto a la vecina iglesia de Santa María. El artista lo restauró y habilitó la Torre del Homenaje como su estudio.
 
Los herederos del artista han abierto en una segunda torre el Museo Zuloaga. Allí se exponen obras del pintor y también parte de la colección que atesoró en su labor de coleccionista de grandes maestros de nuestra pintura. Recientemente también se ha inaugurado un museo taurino.
 
Desde muy joven, Ignacio Zuloaga coleccionó obras de artistas que admiraba, como El Greco, Zurbarán, Goya, Murillo, Ribera, Alonso Cano, Picasso, Durrio, Rodin… Podríamos decir que este afán coleccionista le venía de familia: su padre y su abuelo reunieron en su casa de Eibar pinturas, tapices, miniaturas, esmaltes, obras en metal, porcelanas, estampas… La colección del pintor se distribuye entre Pedraza y Zumaya (Guipúzcoa). Además, el pintor compró y restauró en 1914 la casa de Goya en Fuendetodos.
 
Zuloaga nació en ibar (Guipúzcoa) en 1870 y murió en Madrid en 1945. Su padre era un artesano del damasquinado y él no quiso seguir la tradición familiar; quería ser pintor. En 1885 se fue a Madrid, donde estudió a los grandes maestros en el Museo del Prado. En 1889 viajó a Roma para conocer la cuna del Renacimiento y completar su formación, pero su estancia allí le desilusionó, y pocos meses después fue a París, que era el centro del arte a finales del siglo XIX. 
 
Allí estudió con el profesor Henri Gervex y conoció a Toulouse Lautrec, Degas, Gaugin, Rodin… y se integró en los grandes cambios que se sucedían en el mundo del arte en la capital francesa. Su pintura, según algunos estudiosos, está a medio camino entre la cultura francesa y la española, y no encaja en los límites establecidos por la historiografía del arte en cuanto al estilo, pues aunque el artista está unido a la generación del 98 y a veces se le ha encuadrado en lo que se conoce como «España negra», algunos críticos franceses, poetas como Rilke y artistas como Bernard o Rodin decían que la obra de Zuloaga era «un referente más en el debate artístico que conducía a la modernidad».
 
La crítica en España fue contraria al pintor vasco. Un ejemplo es la polémica que surgió cuando la comisión española encargada de elegir la obra que representaría a España en la Exposición Universal de 1900 rechazó Víspera de la corrida, al considerar que ofrecía una «imagen desfasada y tópica de nuestro país». 
Este fue el comienzo de un veto a su pintura, que según ellos ofrecía una visión negativa de España, frente a lo que se llamó la «España blanca» de Sorolla. Frente a esto el pintor tiene un gran éxito internacional y expuso en muchas ciudades europeas, en Estados Unidos y en Argentina, pero en España no se le dedicó una exposición individual hasta 1926 en el Palacio de Bellas Artes de Madrid.
 
Su pintura no solo tiene la influencia de los grandes maestros españoles, sino que también es plenamente moderna, pues estuvo en contacto con los mejores artistas del París de la Belle Époque. Siguiendo el ejemplo de los simbolistas, que buscaban sus raíces huyendo de la civilización, Zuloaga las buscó en España. En 1892 y en 1895 viajó a Andalucía y después a Segovia en 1898, donde compartió taller con su tío Daniel Zuloaga. Allí pasó largas temporadas durante 18 años buscando la profundidad del carácter de Castilla en sus temas, que se centran en los campesinos, en los penitentes, toreros, mendigos… Para ello utiliza una pintura más empastada y, sobre todo, los colores negro, verde, amarillo y rojo.
Como otros artistas españoles, Zuloaga buscó «nuevas formas de enfrentarse al arte», como él mismo decía: «Quiero pintar con el corazón y el cerebro, pero no con los ojos». Esa dualidad entre la tradición y la modernidad dificultó que su obra fuera apreciada en la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, su pintura resulta imprescindible para comprender la evolución del arte en nuestro país.




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