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Puerta del cielo

Chiara Lubich


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A alguien que en 1947 nos había preguntado cómo es que no hablábamos de María, le respondimos: María es la puerta que nos lleva a Dios. Y la puerta no es puerta si no se abre para dejar pasar.
La Virgen es la nada, el vacío, el olvido, el sosiego, la pureza…, todas las virtudes del Evangelio, porque es criatura, y la criatura es amor si es una nada llena de Dios.
Una puerta siempre cerrada es una pared. Quien se detiene en la puerta no llega a Dios. La puerta es para Jesús. […]
[Ella] había usado con nuestro Movimiento la misma manera que con la Iglesia: mantenerse en la sombra para ceder toda la importancia a quien debía tenerla: su Hijo, que era Dios.
(De una charla en Rocca di Papa, 7 de diciembre de 1972)
 
Jesús me enseñaba desde el sagrario que debía atraerlo a Él en mí con el amor, casi como aspirarlo en mí, y que Él era la Palabra de vida y que, viviendo la Palabra, lo amaría a Él como esposa y Él sería yo… Viviendo en cada momento la Palabra.
Entonces miré por encima de mí, donde había una escultura bellísima de la Virgen, y comprendí que ella era solo Palabra de Dios y la vi bella a más no poder: toda vestida de la Palabra de Dios, que es la Belleza del Padre, secreta guardiana del Espíritu en sí misma.
(De una carta a Igino Giordani, 19 de julio de 1949)
 
María es la Palabra perfectamente vivida; es decir, María sacó provecho de la redención, del abandono de Jesús, más que todas las demás criaturas y completamente en lo que respecta a su capacidad. Si Dios la hizo capaz, no sé, al mil, ella se benefició al mil, porque era perfecta. Ella es en verdad la nueva creación en una criatura, es decir, el fruto de Jesús abandonado; o sea, es Jesús abandonado vivido y aprovechado completamente.
(De una respuesta a los focolarinos, 25 de diciembre de 1972)
 
Siempre estaba en Ella la Palabra. Así debe ser con nuestra alma: vivir siempre con la Palabra, toda concentrada en la Palabra. Y en la intimidad, pues todo depende de mi amor: pro eis sanctifico me ipsum [«Por ellos me santifico a mí mismo», Jn 17, 19].
(Escrito del 26 de julio de 1949)
 
Para ser María hace falta ser Jesús abandonado o también la Virgen desolada: ofrecerse a sufrir la privación del Hijo: gozar de no tener Paz, Gozo, Salud… lo que es Ella; sentirse Ella desolada…
«…porque estás desolada»: es decir, ser solamente Palabra de Dios. Custodiar en uno mismo solamente la Palabra de Dios.
«…y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús…». Generar en uno mismo (santificándose uno mismo por los demás = viviendo la Palabra que genera a Cristo en toda el Alma) a Jesús para sí mismo y para las almas.
(Escrito del 27 de julio de 1949)
 




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