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Que hable la Educación y la Paz

Jesús García

El inicio de cada curso tiene una banda sonora cuya interpretación corresponde –según cada época– a los políticos, la publicidad, a las cifras u otros intérpretes. 


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La de este curso tiene otra cadencia; empezó a sonar el pasado 17 de agosto en las Ramblas de Barcelona y, todavía hoy, sigue viva. Entre todos esos tonos y compases, me encontré con las declaraciones del director de la escuela en la que estudiaron dos de los terroristas de los atentados de Barcelona y Cambrils.
 
En su blog, en el que sin titubeos condenaba los hechos ocurridos, decía textualmente: «Siento una mezcla de tristeza y rabia, pero los maestros somos tozudos y el día 12 estaremos otra vez en las escuelas con el firme propósito de que nuestra sociedad esté basada en el respeto a la diferencia (…) no dejaremos de luchar para que nuestra sociedad sea tolerante, se pueda vivir en libertad y en paz».
En medio de tanto dolor, de tanta rabia y tanta tristeza, ha hablado el educador, ha hablado la educación. Entre otras notas y compases, esta adquiere para mí una resonancia particular y se sitúa como melodía principal, como esa que más sonoridad adquiere en medio, repito, de tanto sinsentido, de tanto dolor y de tanta frustración.
 
La educación, aun reconociendo y sintiendo todo esto, es tozuda en su tarea de ayudar a las futuras generaciones a crecer en paz y a que hagan crecer la paz. La educación, los educadores no se quedan paralizados ante la realidad, ante esa cruel realidad que, como decía una de las profesoras, le impedía dejar de llorar y cuestionarse qué habrían hecho mal tras haber dedicado años y esfuerzos para que esos chicos crecieran y se integraran. 
 
Para cada uno de nosotros esta tragedia ha puesto de relieve, de forma más o menos consciente, esa necesidad de afirmar y afirmar-nos en la Cultura de la Paz, con la seguridad de que es la única que puede respetar y responder a los interrogantes más profundos de cada ser humano.
Es más, estoy convencido de que este desastre va a servir de acicate en muchas familias y en muchas escuelas para adquirir un compromiso más potente y responsable en la Educación y en la Educación por la Paz. Servirá de estímulo para afianzarnos en educar en el respeto por las diferencias y el diálogo entre personas y culturas, en educar y educarnos en el perdón y la escucha, en acrecentar la conciencia de los derechos y los deberes, en la capacidad de ayudarnos, trabajar en grupo, pensar, imaginar y actuar juntos, lejos de todo individualismo excluyente.
 
Para aportar más luminosidad a la decoración de sus superficies ondulantes, Gaudí usaba las piezas que rechazaban las fábricas de cerámica. Eran desechos de azulejos, platos, tazas y vasos que, por estar rotos y ser de tamaño más pequeño, se podían adaptar a superficies curvas, a diferencia de los mosaicos habituales sobre superficies planas de poca luminosidad.
 
Este «trencadís», que revela la luminosidad y el arte donde la mayoría veía desecho y destrozo, puede servirnos de metáfora para este curso. Tenemos por delante todo un curso para que, en medio de tanto desecho, hable la Educación y hable la Paz; y lo haga de forma más luminosa.




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