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Mi alumna musulmana

María José Guillén

Ser fieles de distintas religiones puede ser un obstáculo en las relaciones personales o también una oportunidad para superar las diferencias.


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Hace tiempo tuve una alumna marroquí durante varios cursos. Desde el primer momento se dio con ella una relación de gran sinceridad, pues me hablaba de las dificultades económicas de su familia y de su fe en Dios… Realmente pasaba por situaciones muy complicadas de incomprensión y choque de culturas. 


Había llegado a España con 4 años y la forma de vida de aquí le atraía más que la cultura de sus padres. Esto le causó problemas, pues al cumplir los 16 ya no le dejaron seguir estudiando, aunque era una buena estudiante, y le concertaron matrimonio. Justo entonces yo era profesora suya y me involucré mucho. Hablé con sus padres, pero fue en vano. Para eludir el matrimonio, la chica intentó suicidarse y tuvo que ser hospitalizada. 
 
Solíamos leer juntas la Palabra de Vida, pues decía que le ayudaba. Cuando sus padres evitaron que tuviese contacto conmigo, se la seguí enviando por correo, hasta que cambió de domicilio y perdí el contacto con ella. Al cabo de unos meses ella me localizó. Ya estaba embarazada de su primer hijo y pasaba largas temporadas en Marruecos. 
 
Cuando finalmente se instaló en España, me avisó. Solíamos vernos y me contaba las dificultades que tenía con su marido. En algunas ocasiones ha estado al borde de la separación, pero siempre, antes de tomar una decisión drástica, hemos tratado de sumergirnos en la oración, pidiéndole fuerzas a Dios… Pronto nació su segundo hijo. Hoy la relación con su marido es muy buena, y además él también es una persona muy religiosa. 
 
Con motivo de la crisis económica su marido perdió el trabajo. Les ayudé entonces con comida, ropa, etc. Algunos miembros de la comunidad de los Focolares se sumaron a esta ayuda, y también mi propia familia. Dada la situación, la animé a buscar trabajo. Juntas se lo pedimos a Dios y pocos días después le salió trabajo, que aún conserva. Para ella fue algo muy impactante.
¡Hemos vivido tantas cosas juntas! En cierta ocasión le pedimos a Dios una casa más digna que la que tenían, y también la Providencia actuó en esa ocasión. Ahora tienen más espacio e intimidad. 
 
Sus hijos se han hecho amigos de mis sobrinos y estos les llevan juguetes y ropa. Ella nos regala productos de la huerta que le da un vecino. Siempre nos hace dulces típicos cuando vamos a visitarlos. De vez en cuando hacemos una excursión con ellos a la playa, a la sierra, o los invitamos a comer y pasamos el día juntos, vamos al cine. Su hijo mayor recuerda la primera vez que fue al cine como uno de los días más felices de su vida. Puedo decir que somos una familia.
El ideal de la unidad nos ha abierto los ojos y nos ha hecho posible compartir muchas cosas, aunque seamos de diferentes religiones. Ellos nos invitan en sus fiestas religiosas y siempre tienen en cuenta las nuestras para felicitarnos por Navidad o Pascua de Resurrección. Mantenemos una relación preciosa y podemos decir que estamos muy unidos. 
 
Siempre que tiene algún problema me llama para consultarme qué hacer y para que rece. Siempre rezamos la una por la otra, y todo lo que pedimos juntas llega. Siempre le digo: si pedimos unidas, la oración le llega a Dios. Ahora es ella quien me repite: estamos unidas en Dios. Hablar de Dios es algo natural entre nosotras.
 
Creo que esto es el amor reciproco: ayudarse en todo. Cuando mi madre estuvo enferma, fue ella quien estuvo muy cerca de mí. Sus padres hoy también se muestran muy cariñosos conmigo y nos invitaron en la última fiesta del Ramadán.




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