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Cáceres, ciudad monumental

Clara Arahuetes


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áceres tiene un encanto especial; allí uno tiene la impresión de que el tiempo se ha detenido. Es como si la historia permaneciera aprisionada en sus calles y plazas, entre las piedras de las torres medievales de sus casonas y palacios renacentistas, de sus iglesias y conventos. El misterio se acentúa durante la noche, en las plazoletas silenciosas y en las calles y pasadizos, que parecen pertenecer a un escenario de película.
 
Su casco histórico es extraordinario por la gran cantidad de palacios y casas fuertes de los siglos XV y XVI que atesora y por la armonía de su arquitectura, sobria y austera, que da al conjunto un aire de homogeneidad más allá de los diversos estilos artísticos de sus edificios. 
 
La ciudad fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1986, como ejemplo de ciudad-monumento de la Edad Media y del Renacimiento. Está situada en un promontorio de fácil defensa y rodeada de murallas, que aún reflejan el paso de los distintos pueblos que la habitaron: romanos, árabes y cristianos.
 
Entramos al conjunto monumental de Cáceres por el Arco de la Estrella, remodelado en el siglo XVIII por Churriguera. En este lugar la reina Isabel de Castilla juró los fueros y los privilegios de la ciudad en 1477. Muy cerca vemos la Torre de Bujaco, construida por los almohades en el siglo XII sobre una estructura romana y modificada en época cristiana.
 
El origen de Cáceres es romano. En el siglo I a. C. Cayo Norbano Flacco fundó la Colonia Norbensis Caesarina y puso como gobernante a Cornelio Balbo. De esta época se conserva el trazado general de la muralla y la Puerta del Rio, hoy Arco del Cristo. Destruida esta colonia, la ciudad estuvo poco habitada hasta que el califa Abu Yacub Yusuf la conquistó en 1174, llamándola Hizn Qazrix, «Castillo de Qazrix», de donde proviene el nombre de Cáceres. 
 
Al ser una ciudad fronteriza y ante la presión de los cristianos, los almohades acentúan su aspecto de fortaleza mediante torres defensivas como la del Postigo, la del Horno, la de la Yerba…, con la alcazaba situada en la parte más alta de la ciudad.
 
Tras la destrucción de esta fortificación en el siglo XV, se construyó en su lugar una casa fortaleza llamada de las Veletas, después convertida en palacio renacentista y hoy Museo de Cáceres. Aquí se encuentra el aljibe del alcázar almohade, uno de los mejor conservados de toda la península y una joya de la arquitectura hispanomusulmana. Excavado en la roca en el siglo XII, recoge el agua de lluvia en el pozo del patio superior y se almacena en un espacio de cinco naves cubiertas por bóvedas de medio cañón, sostenidas con arcos de herradura sobre columnas de origen romano.
 
Alfonso IX conquistó Cáceres el 23 de abril de 1229. Se establecen entonces los primeros pobladores en el recinto amurallado y, ante la inseguridad medieval,  construyen casas fortificadas con altas torres en torno a dos núcleos, la iglesia de San Mateo y la de Santa María. 
 
Además de la defensa colectiva de las murallas, cada familia se protegía de los otros nobles de la ciudad. Durante la lucha dinástica entre Isabel la Católica y Juana la Beltraneja, la mayoría de los nobles cacereños defendió a Doña Juana. Como castigo y para evitar que la nobleza se hiciera cada vez más fuerte, los Reyes Católicos ordenaron en 1477 que se desmocharan las torres, excepto la de las Cigüeñas, de Diego de Cáceres Ovando, que permaneció fiel a la reina Isabel. Aun así, todavía vemos un gran número de ellas, como la de los Sande o la de los Golfines de Arriba, cuya robustez contrasta con sus delicadas ventanas geminadas. 
 
En el Renacimiento las casas de la villa se convierten en palacios, perdiendo su carácter defensivo. En el exterior predominan la portada y los escudos y en el interior se abren patios con arquerías, como en el Palacio de los Golfines de Abajo, donde se alojaban los Reyes Católicos; de ahí que figuren sus armas en la fachada. Fue construido después de la Reconquista y en él se resumen los dos tipos de construcción que existen en la ciudad: la casa fortaleza que proliferó en el siglo XV, de la que queda la torre, y la fachada plateresca (s. XVI), que la define como palacio, hoy convertido en museo. 
 
Asimismo, el protagonismo de los extremeños en el descubrimiento de América se refleja en edificios como el de Godoy y el de los Toledo Moctezuma. Además, encontramos la huella de los judíos en el barrio de San Antonio y de los árabes, en el museo Yusuf al-Burch. 
 
Extramuros vemos que en la Plaza Mayor está resumida la historia de la ciudad: el basamento romano de la muralla almohade, las torres de los siglos XII al XV, el abrevadero plateresco, la ermita del siglo XVIII y el ayuntamiento del siglo XIX.




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