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Una apuesta cultural

Nelson Benítez (desde Asunción)

Paraguay Con cautela y expectación por parte de la ciudadanía empezó el gobierno de Fernando Lugo.
«Es importante que vuestro presidente deje en claro un tema: el cambio no es una cuestión electoral, el cambio en Paraguay es una apuesta cultural, quizás la más importante en su historia»; «No nos interesan vencedores ni vencidos». Son palabras del nuevo presidente de la República del Paraguay, Fernando Lugo Méndez, en su discurso de investidura. Quizás sea la premisa más oportuna para esta nueva etapa de la historia de la nación guaraní. Fernando Lugo nació en 1951 en el pequeño pueblo de San Solano, en el departamento de Itapúa, al sur de Paraguay, en el seno de una familia humilde y muy creyente de la fe católica, donde aprendió las primeras enseñanzas cristianas, que luego completó en el colegio Inmaculada Concepción. El día de su investidura como presidente, en agosto pasado, dijo: «Hoy termina un Paraguay exclusivo, un Paraguay secretista, un Paraguay con fama de corrupto. Hoy inicia un Paraguay donde las autoridades serán implacables contra los ladrones». Algunos piensan que es una promesa demasiado ambiciosa, pero... ¿no es acaso lo que todos los paraguayos debemos ambicionar: desterrar la corrupción para volver a sentirnos orgullosos de pertenecer a este pueblo? Y esto pidiendo perdón a aquellos hombres y mujeres que no tienen ni han tenido responsabilidad alguna en ese sentido. No me refiero a los héroes reconocidos, sino a esos padres y madres, gente corriente, verdaderos héroes de la vida cotidiana que, aun con un Estado ausente, han sido capaces de salir adelante cada madrugada. Tenían claro que la autoridad legalmente constituida es la encargada de impartir justicia para todos, empezando por las víctimas más humildes de una cultura excluyente. Otro concepto del discurso de Lugo que encierra una actitud fundamental y que está dirigido a la clase política gobernante –y por qué no, a los gobernados– es no “hacer pesar” en este nuevo período constitucional la cualidad de “vencedores” o “vencidos”. Porque los hechos dicen que la gran mayoría de los gobernantes –y gobernados– en las últimas décadas de nuestra historia hemos sido “vencidos”, ya sea por la incapacidad de cumplir con nuestros deberes o porque no hemos sabido reclamar nuestros derechos. El único vencedor debe ser Paraguay, para que sus hijos e hijas tengan la posibilidad de acceder a una educación verdadera y formadora de personalidad, a una asistencia sanitaria humana, a un trabajo digno... Como señaló el nuevo presidente, éstos fueron los mejores sueños de Rodríguez de Francia, de los López, de Bernardino Caballero, de Eusebio Ayala y de tantos otros próceres de este país, no obstante los errores ligados al contexto histórico y a las limitaciones personales.

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