Si tuviéramos que señalar una cualidad de Goya como pintor, destacaríamos su libertad para expresarse con los pinceles. Podemos adivinar su forma de ser en uno de sus primeros autorretratos, realizado en 1795. En él se refleja cierto paralelismo con la imagen que tenemos de Beethoven: aparece de frente con la barbilla bajada, acentuando así la firmeza de su mirada; la boca tensa nos revela la obstinación de su carácter, mientras que el pelo revuelto es casi un símbolo de la libertad creadora que fluye de su mente.