Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente
Plazuela de las Bellas Artes s/n - Segovia
Hasta el 3 de mayo
Entre 1903 y 1912, pintores, escritores, humoristas, actores... vivían en un viejo edificio de Paris situado entre la Plaza de Pigalle y la parte más alta del Montmartre; era el Bateau-Lavoir. Allí surgió el cubismo, una nueva expresión pictórica, considerada por algunos como el arte clásico del siglo XX.
Europa atravesaba un momento de crisis en el que se rechazaban las raíces de la vieja cultura; ante esto el cubismo quería hacer surgir un nuevo orden en la creación plástica. En vez de buscar lo particular, los cubistas investigaban la esencia inmutable de las cosas y no su apariencia pasajera. La luz, la atmósfera, todo lo que fuera irreal, vago e indefinido fue eliminado de sus obras en favor de la claridad de la forma. Para ellos la pintura pertenecía a un plano distinto de la realidad y el artista tenía que encontrar un punto de unión entre esos dos planos, el vínculo interno de la imagen.
El pintor fragmentaba la forma en innumerables facetas transparentes hasta dejar ver el esqueleto pictórico, la estructura esencial que nunca se desvelaba del todo. Como decía Gertrude Stein, las cosas no desaparecen del cuadro cubista; siguen estando presentes «como un perfume».
En su periodo de formación, de 1908 a 1911, el cubismo se identificó con Picasso, Braque y Cézanne, como precursor, pero no hay que olvidarse de Juan Gris, seudónimo de José Victoriano González, referencia imprescindible de esta nueva tendencia pictórica. Para Gris el cubismo no solo era un tipo de pintura, sino ante todo una estética, e incluso un «estado del espíritu».