Llevamos treinta y siete años casados y hemos tenido un hijo y una hija. Ellos hace ya varios años que están casados y viven con sus respectivas parejas, pero la Navidad sigue siendo una ocasión para revivir esa arraigada costumbre de reunirse en familia.

Los recuerdos nos llevan a aquellos años en que íbamos a pasar la Nochebuena con los padres de Luisma, donde también acudía su hermano con su mujer y su hijo. Nochevieja la pasábamos, y aún es así, con la hermana de Blanca y su familia. Cada año turnamos su casa y la nuestra. Cuando los padres de Luisma fallecieron, decidimos continuar la tradición y, tomando la iniciativa en amar, invitamos a nuestra casa al hermano y su familia. Al año siguiente esperábamos ser invitados por el hermano, pero dijo que se habían sentido tan bien que no querían cambiar. Y así ha sido durante muchos años, hasta que el amor se hizo recíproco y nos invitó a su casa.