[…] Esta Palabra de la Escritura nos dice algo tan importante y vital que es un instrumento de reconciliación y de comunión. Ante todo nos dice que una sola es la fuente de la vida: Dios. De Él, de su amor creativo, nació el universo y se convirtió en la casa del hombre. Él nos da la vida con todos sus dones. El salmista, que conoce las asperezas y la aridez del desierto y sabe lo que supone una fuente de agua con la vida que florece a su alrededor, no podía encontrar una imagen más bella para cantar a la creación, que nace como un río del seno de Dios.
Y entonces brota del corazón un himno de alabanza y gratitud. Este es el primer paso necesario, la primera enseñanza que podemos extraer de las palabras del salmo: alabar y dar gracias a Dios por su obra, por las maravillas del cosmos y por ese hombre que vive y que es su gloria y la única criatura capaz de decirle: