A lo largo de este año la Palabra de vida nos invita a vivir el amor recíproco. Compartimos aquí las vivencias de los lectores.
«Un alumno mío de preescolar era excesivamente inquieto, incluso agresivo, y los demás procuraban evitarlo. Intenté hacerle cambiar de actitud, pero todo resultaba infructuoso. Llamé a los padres. Acudió la mamá y me habló de un grave problema familiar. Un día que el niño no asistió a clase vi la ocasión para hablar con sus compañeros sobre él. A ello me invitaba la Palabra de vida: “No os quejéis los unos de los otros” (cf. St 5, 9). »Reuní a los alumnos en corro y les invité a hablar de su compañero. Todo fueron quejas. Cuando acabaron, les expliqué que tenía problemas y posiblemente descargaba tensiones con su comportamiento, y si lo rechazábamos, en lugar de ayudarlo le perjudicábamos aún más. Así que quedamos de acuerdo en tratarlo con amabilidad, sin devolverle ningún mal. A partir de entonces, como el niño vio que sus compañeros no reaccionaban negativamente a su brusquedad, fue cambiando poco a poco de actitud. Es más, pasó a ser uno de los alumnos más aplicados».
R. C.