El amor es, pues, el elemento espiritual más esperado: ese amor que Dios trajo a la tierra al hacerse hombre.
El amor es, pues, el elemento espiritual más esperado: ese amor que Dios trajo a la tierra al hacerse hombre. Imaginemos que pasan ante nuestros ojos varias escenas sintomáticas del mundo de hoy. Observemos en el Este de Europa, en países que han vivido los recientes cambios, gente que salta de alegría por la libertad recobrada junto a personas asustadas y desilusionadas, deprimidas por el derrumbe de sus ideales. Leemos en sus rostros amenazas de revancha, de venganza y hasta de odio. Y pensemos: ¿qué diría Jesús si apareciese en medio de ellos? Estamos seguros: volvería a hablar hoy, como entonces, de amor. «Amaos –diría– como yo os he amado» (cf. Jn 15, 12). Solamente juntos, en la concordia y con el perdón, se puede construir un sólido futuro. Trasladémonos, como en una sucesión de imágenes, a otros lugares, a un país de Latinoamérica, por ejemplo: por un lado, rascacielos –modernas catedrales erigidas a menudo al dios-consumo–, y por otro, chabolas, mocambos, favelas y miseria, miseria física y moral, y enfermedades de todo tipo. ¿Qué diría Jesús ante esta visión desoladora? «Os había dicho que os amaseis. No lo habéis hecho, y aquí están las consecuencias».