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articulo

El cansancio de los buenos

José Luis Guinot

Entrevista al doctor Roberto Almada, autor de «El cansancio de los buenos», libro recientemente publicado por la Editorial Ciudad Nueva que aborda el problema del «desgaste profesional», un mal que se extiende como una epidemia.
Roberto Almada Carreño (Rosario, Argentina) es médico psiquiatra, psicoterapeuta y logoterapeuta. Trabaja en la formación permanente de líderes de instituciones educativas, religiosas y de voluntariado. Hablamos con él sobre el «cansancio de los buenos». –¿Hay características psicológicas que predisponen al desgaste profesional? –Ciertamente, si bien las causas del desgaste no se deben exclusivamente a éstas. Hay causas institucionales, propias de lo que se hace, de los grupos de trabajo, y culturales. Hecha esta salvedad, las personas muy dependientes de otras, perfeccionistas, idealistas ingenuas, obstinadas, tienen más probabilidades de caer en el desgaste. Se vuelve necesario un diálogo interior entre nuestras emociones y razones para desenredar algunos condicionamientos. El libro de Iñaki Guerrero, Cómo ser libre, también de la Editorial Ciudad Nueva, ofrece una buena guía para esta tarea. –¿Cómo trabajar mejor en lugar de trabajar más? –Trabajar mejor puede ser hacer lo mismo pero de forma distinta y creativa; comprender que la posibilidad de relacionarnos positivamente es una fuente de sentido que no nos está vedada en el trabajo; cuidar el ambiente laboral haciéndolo agradable y armonioso. Y también ver si nuestro cuerpo trabaja en forma saludable y corregir lo que haya que corregir. Y con respecto a lo que hacemos, tener objetivos realistas y pautar programas graduales para alcanzarlos. Es también responsabilidad de las empresas e instituciones cuidar a su fuerza laboral para prevenir el burn out. –La cultura actual va acompañada de cierto vacío existencial. ¿Es imprescindible una visión más espiritual de la vida, una búsqueda de sentido para evitar el burn out? –Es importante dar una razón al hecho de que el desgaste profesional se difunda como una epidemia. Y la razón está en una cultura que propicia la creencia de que la plenitud de la realización humana es consecuencia del éxito que se tenga en lo que se hace. Esto lleva a muchos a constantes frustraciones y deja a la vera del camino a los que ya no pueden seguir caminando al ritmo exigido. La alternativa es pensarnos desde lo espiritual, es decir, desde lo que somos más que desde lo que hacemos, desde la optimización de nuestros fracasos transformados en aprendizaje. En definitiva, desde la relación con la Trascendencia. Por otro lado, el individualismo es un factor importante para que se difunda el desaliento. El sentido de la vida está en ser personas en comunión a nivel familiar y social. El gran desafío es buscar tiempos relacionales en los que se pueda escuchar el «aliento recíproco», como en un partido en el que mi familia y mis amigos son también mi hinchada. –¿La antropología de Viktor Frankl ayuda a redescubrir el sentido del trabajo a favor de los demás? –La antropología de Frankl y su Logoterapia propone un encuentro personalizante con el trabajo, es decir, subraya la necesidad de que lo único e irrepetible de la persona se manifieste en lo que hace más allá del oficio que ejerce de forma competente. El trabajo es para la Logoterapia una forma de trascendencia y, por lo tanto, puede expresar lo más humano en la persona, que es también fuente infinita de sentido: el amor. Nos recuerda que no sólo se vive de trabajo sino que es necesario también acoger la belleza en el arte, en las personas, en la naturaleza. La vida tiene sentido también en un sufrimiento ofrecido para aliviar el sufrimiento de otro. Recordar que la vida no es sólo trabajo nos aleja del peligro muy actual de la dependencia del mismo, que nos hace workaholics o «trabajólicos». –En tu libro dices que «los buenos son una minoría necesaria». ¿No crees que hay mucha gente buena que hace poco ruido? –Es verdad, hay muchos «buenos anónimos», y hay buenos que sin hacer mucho ruido influyen mucho. Tiene que ver esto con la fidelidad al bien. Y creo que tiene que ver también con la intensidad de su influencia silenciosa en el ámbito donde se encuentran. Como decía Bertolt Brecht, «hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida. Ésos son los imprescindibles». Mi trabajo va hacia la fidelidad de los «imprescindibles». –Hablas de un liderazgo responsable y un liderazgo para la comunión. ¿Es necesario un nuevo tipo de liderazgo en tiempos de crisis? –Decíamos que personalizar el trabajo es antídoto contra el desaliento, pero esto requiere conocer el ser personal de todos los del equipo para poder ofrecer la confianza debida en las funciones otorgadas. Un equipo personalizante será un equipo sinérgico, es decir, obtendrá logros que van más allá de las competencias y habilidades de los miembros. El liderazgo de comunión apunta a esto. Por un lado, es un liderazgo compartido por todos, y por el otro, hace que quien tiene la responsabilidad de coordinar las tareas priorice lo comunitario. –En la vida religiosa parece que no debería caber el burn out. ¿Cómo es que se llega a esa situación también ahí y cómo evitarlo? –Lo que digo es fruto de mi experiencia, pero ahora que el pensamiento del papa Francisco lo ha confirmado, lo puedo decir con más libertad: las instituciones espirituales y religiosas también pueden «mundanizarse». Esto significa que se aplican conceptos sociológicos, psicológicos, económicos, etc. para comprender lo espiritual. Por otro lado, muchas veces el deseo de éxito que caracteriza a nuestra cultura se da con la misma intensidad tanto en un gerente de marketing como en personas que consagran su vida a Dios. Por lo tanto, no es difícil ver el desaliento profesional en religiosos, y muchas defecciones tienen que ver con este síndrome. La persona se siente agotada y desvitalizada, y abandona su vocación religiosa. Reencontrar la espiritualidad, el amor primero, la vocación juvenil y recomenzar con un orden de valores y prioridades purificado es el camino indicado para estas personas.



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