A largo de este año la Palabra de Vida nos invita a subrayar el amor al prójimo. Compartimos aquí las vivencias de los lectores.
«Mi madre está ingresada en un hospital y en su habitación hay una chica de 28 años con anorexia. Me dolía mucho percibir la soledad en la que se encuentra, porque a pesar de tener siete hermanos y unos padres muy jóvenes, nadie va a visitarla. El fin de semana pasado, al ver que la chica no realiza ninguna actividad y el tiempo se le hace eterno, le llevé un libro y empecé a enseñarle a hacer ganchillo. Al menos, así siente que alguien se preocupa de ella. »Ayer pasó muy mala mañana, porque le dijeron que por la tarde le pondrían una sonda nasogástrica para alimentarla. Cuando vi que se dirigían a ella como un tribunal de acusación porque no gana peso, decidí hablar con su médico para decirle con delicadeza que lo que esta chica necesita es una motivación para comer, no un castigo. Le imploré que le diera una tregua y le dije que hablaría con ella. Increíblemente, su doctora, muy maja, me escuchó y no le han puesto la sonda. La chica está esforzándose por comer. Ayer me decía: “¿Por qué haces esto?”». C. J. «Les había prometido a mi hija y a mi sobrina que las llevaría al circo que habían montado a las afueras del pueblo y me esperaban esa tarde en casa con mucha ilusión. Cuando nos acercamos, me di cuenta de que era un circo familiar y pensé que probablemente la calidad artística no iba a ser muy buena, pero sentí que debía amar también a esa familia y decidí asistir a su espectáculo.