«Pues al que tiene, se le dará más todavía y tendrá de sobra, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tenga» (Mt 12, 13). Siempre me ha parecido difícil de entender esta frase del Evangelio. A lo mejor es que trataba de entenderla con la razón y no con la vida, pero algo cambió. La mañana comenzó en la oficina con muchas cosas por resolver. Volvía de unos días de descanso y tenía que ponerme al día… Y cada tanto sonaba el teléfono. Primero una señora que quería cambiar la dirección en la que recibe la revista porque se mudaba a su pesar a otra ciudad. No sé por qué le comenté que un cambio en nuestra vida supone una novedad que Dios nos propone para ir adelante con una nueva ilusión. Y que Él está siempre presente, a nuestro lado. «Sí, sí, tiene razón»; y a partir de ahí la conversación cambió de rumbo con un tono positivo. Nos despedimos prometiéndonos recordarnos mutuamente en las oraciones. Otra llamada: una librería que se interesaba por un título. No tenía mucha idea, pues no trabajo en ese departamento, pero me informé, busqué precio, comenté otras existencias, traté de ser amable, de escuchar más que de vender, aunque las ganas no me faltaban con los tiempos que corren. Colgamos sin concretar nada. «Lo importante es amar», me dije a mí misma. Sólo un minuto tardó en pitar el fax anunciando un pedido de esa librería precisamente.