A largo del curso pasado la Palabra de vida nos ha invitado a subrayar el amor al prójimo. Los lectores comparten aquí sus vivencias.
«Tenía todo preparado para ir a la piscina cuando a las 7 de la mañana suena el teléfono. Era una de mis hijas, que tenía que ir a trabajar y una de sus niñas había amanecido con fiebre. Ante el imprevisto, le digo a Jesús: “Por ti; pierdo la piscina por amor”. Llego a su casa y aunque la niña tenía bastante fiebre, quería que jugásemos a las casitas y les hiciésemos la comida a sus muñecas. Había que amarla como ella quería y nos pusimos manos a la obra. Cuando me marchaba, me dijo: “Gracias, abuela, por venir a cuidarme y por jugar conmigo”. ¿No es eso lo que nos dice Jesús?: “Todo lo que hagáis a uno de estos pequeños, a mí me lo hacéis”». T. L. «Nuestra casa está abierta para quien lo necesite y con frecuencia nos piden si podemos alojar a una o más personas que están de paso, como aquella joven italiana que tenía que hacer un examen de ingreso en una universidad cerca de casa. Cuando tenemos huéspedes, aunque llegue cansada del trabajo, suelo preparar una buena cena a esos “peregrinos”, de manera que se sientan como en casa, parte de nuestra familia. Y muchas veces al día siguiente los llevamos en coche adonde tengan que ir. »Abrir las puertas de casa es como abrir las puertas del Paraíso, porque cuando esas personas a las que no conocías se van, parece como si un pedacito de ellos quedase en nuestro corazón».