Durante un mes, encuentros formativos, jornadas y coloquios privados a lo largo de más de dos mil kilómetros.
La visita al santuario de Guadalupe apenas Antonia y Paco pisaron tierra mejicana el pasado mes de julio era el primer paso obligado para encomendarle a María las inquietudes e incertidumbres de un viaje que a lo largo de dos mil kilómetros les iba a permitir penetrar en la realidad de la familia mejicana. Encomendarle algo a la Virgen de Guadalupe es suplicarle a la Madre de Dios que nos grabe en la retina la imagen correcta de lo que vamos a encontrar, igual que quedó grabada en la retina de la imagen guadalupana la escena que la contemplaba. Antonia y Paco, andaluces residentes en Madrid, no estaban en Méjico por turismo. Ya habían estado allí en ocasión de una Jornada Mundial de las Familias y esta vez volvían con el objetivo específico de trabajar en el proyecto «Escuelas de Familias», que les permitió realizar durante un mes más de veinte encuentros y jornadas, además de numerosos coloquios privados con matrimonios a lo largo de todo el territorio mejicano. Primera etapa, Guadalajara. «El corazón –cuentan– nos quedó lleno de emociones muy fuertes, bonitas, profundas, de gratitud a Dios… Difícil encontrar palabras adecuadas para definir tantas sensaciones». Allí les esperaban doce familias con un programa bien elaborado que bien se puede definir «escuela a domicilio», como ellos la llamaron. Los temas y los testimonios versaban sobre los «instrumentos» de la espiritualidad comunitaria de los Focolares –distintos obviamente de los de una espiritualidad sólo personal– y vividos en el seno de la familia. «Para muchos de los participantes –comentan– han sido un verdadero descubrimiento, auténticos “secretos” para avanzar como pareja y como familia». En ese contexto fue posible hablar con naturalidad de la «comunión de bienes» dentro del núcleo familiar, habiendo entendido previamente esos instrumentos, como el «pacto de amor recíproco» basado en el criterio evangélico de «dar la vida por el otro», la «comunicación de experiencias y de alma» o el «momento de la verdad», todos ellos recursos que ayudan a crear el humus necesario para afrontar los aspectos concretos de la vida con un mayor diálogo y apertura.