Desde el inicio del cristianismo los eremitas y anacoretas poblaron las riberas del Sil y del Miño, atraídos por la soledad y el misterio de la naturaleza.
Desde el inicio del cristianismo los eremitas y anacoretas poblaron las riberas del Sil y del Miño, atraídos por la soledad y el misterio de la naturaleza. El término Ribeira Sacra alude a los monasterios y ermitas que desde el siglo V se asentaron en los valles de estos ríos, en las provincias de Lugo y Orense. A partir del siglo VII el desarrollo monástico aumenta en esta zona, gracias a las reformas de San Fructuoso, la reafirmación del cristianismo frente al islam y al descubrimiento del sepulcro del Apóstol Santiago en el siglo XI, época en la que los monasterios benedictinos consolidan su poder espiritual y económico. Posteriormente, con la reforma del Císter, viven una etapa de esplendor y se convierten en una referencia espiritual, cultural y económica de Galicia. Uno de los monasterios más espectaculares es el de Santa María de Oseira, que nos sorprende incluso antes de llegar por su grandiosidad; se le ha llamado El Escorial gallego. Se dice que los monjes cistercienses son especialistas en elegir lugares adecuados para sus construcciones, y en Oseira es así, ya que allí se unen la belleza del paisaje, la abundancia de agua y el clima suave, pues las montañas lo protegen del frío del norte y está abierto al sol del mediodía. La abadía recibe su nombre del río Ursaria, lugar de osos, en alusión a estos mamíferos que hace mucho tiempo vivirían en el valle. Está situado en la provincia de Orense, muy cerca de Lugo y Pontevedra, en San Cristovo de Cea. Es el primero de los monasterios cistercienses de Orense y fue fundado por San Bernardo de Claraval.