Incertidumbre y miedo en el vagón. Testimonio de un joven egipcio en un tren bloqueado.
Soy de Suhag, en el interior de Egipto, y estudio Matemáticas y Ciencias en la Universidad Americana de El Cairo. Un día volvía a mi ciudad en tren cuando a mitad de camino unos manifestantes bloquearon las vías cerca de la ciudad de Menia en señal de protesta por un problema con el suministro del gas. En ese momento pensé: normalmente este trayecto de vuelta a casa lleva siete horas, pero hoy va a llevar mucho más. Los viajeros empezaron a increpar a los manifestantes y a decir cosas como que el ejército tendría que matarlos o que el tren debería pasarles por encima. Yo también estaba molesto, pero me acordé de la regla de oro: «Haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti». Así que a las personas que estaban a mi lado les dije que si nosotros estuviéramos en el lugar de esta gente, probablemente haríamos lo mismo. Y entonces todos se pusieron a pensar cuál sería la mejor solución para el problema de estos manifestantes, en lugar de pensar cómo eliminarlos. Cuando cayó la tarde, nos dimos cuenta de que los demás vagones se habían quedado vacíos, mientras que el nuestro seguía lleno, ocupado sobre todo por familias. De repente notamos que había revuelo en el andén y nos dimos cuenta de que eran agitadores. Alguien propuso entonces que los hombres se apostasen en las dos puertas del vagón para montar guardia, pero nadie se movió. No había más que ocho hombres; los demás eran niños y ancianos. Yo también estaba asustado, pero comprendía que para generar la unidad hay que sacrificarse. Entones, olvidándome de mis miedos, traté de tranquilizar a la gente, asegurándoles que nadie les iba a hacer daño. Luego el tren se puso en marcha y llegamos a Menia, donde la mayoría de los viajeros se bajó porque habían decidido no continuar el viaje. Algunos irían a casa de sus parientes y otros alquilarían un coche para volver a El Cairo. En el vagón no quedaron más que unas familias y apenas cinco hombres.