«No amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras». (1 Jn 3, 18)
«No amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras». (1 Jn 3, 18)1 Es san Juan quien escribe. Y pone en guardia a sus comunidades contra algunos cuyas palabras exaltaban la fe en Jesús pero cuya fe no iba acompañada de obras. Incluso las consideraban inútiles o superfluas, como si Jesús lo hubiese hecho ya todo. De modo que su fe era vana y estéril, pues hacía que a la obra de Jesús le faltase la aportación indispensable que Él pide a cada uno de nosotros. «No amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras». Amar con obras. La verdadera fe, dice el apóstol, es la que se demuestra amando como Jesús nos amó y nos enseñó. Pues bien, este amor se caracteriza ante todo por ser concreto. Jesús no nos amó con hermosos discursos, sino que pasó en medio de nosotros haciendo el bien, sanando a todos, estando plenamente disponible para quienes se presentaban ante Él, empezando por los más débiles, los más pobres, los más marginados, y dando su vida por nosotros.