logoIntroduzca su email y recibirá un mensaje de recuperación de su contraseña






                    




articulo

La perversión del lenguaje

Fernando Guerrero


Una de las características de nuestra época es la que podríamos calificar como la “perversión del lenguaje”. Tan manipulado está el significado de las palabras que sería legítimo afirmar, como el escritor latino, «hasta he perdido el nombre de las cosas» (etiam perdidi nomina rerum). Sin embargo, la transparencia y precisión del lenguaje es una condición necesaria de la vida social, puesto que ésta se caracteriza por la comunicación (hablada, escrita, digital…) de la verdad del propio pensamiento. Si ésta se adultera o falsea habitualmente, se torna imposible la sana y recta relación entre personas y grupos sociales. Así se puede llegar a un «pluralismo» del lenguaje que interrumpe o impide la colaboración humana, como pone de relieve el libro del Génesis en el conocido relato de la torre de Babel (cf. Gen 11, 1-7). Hoy es frecuente que se redacten escritos, sobre todo en la prensa, en los que resulta difícil comprender el pensamiento genuino del autor. Sin ninguna necesidad, se intercalan anglicismos de todo tipo u otros “ismos”, así como frases que no se acaban de entender, y también pensamientos ambiguos y confusos, pero sobre todo falsos, que no corresponden a la verdad de las ideas o de las cosas, rompiendo así una correcta relación entre los escritores o articulistas y sus lectores, e impidiendo por tanto la formación de una verdadera opinión pública, con lo cual se crea un clima de confusión social. Si consideramos que la comunicación de la verdad y del bien es el fundamento sólido de una sana y correcta vida social, entonces bien se puede decir que la mentira y la perversión del lenguaje practicados frecuentemente por el discurso político o por la prensa escrita constituyen verdaderos atentados contra el bien común y contra la pacífica convivencia. Podríamos aducir multitud de ejemplos concretos de lo que venimos afirmando hasta aquí, pero vamos a referirnos exclusivamente a una frase que se ha convertido en una expresión de moda en el lenguaje actual: «hacer el amor». Conviene aclarar, antes que nada, que el amor no «se hace», sino que «se vive», y que es una de las actitudes más nobles y generosas del ser humano. Nos hace semejantes a Dios, que en su esencia infinita, como afirma y enseña el apóstol y evangelista san Juan, «es amor» (1 Jn, 4, 8). Pero el amor puede desfigurarse y llegar a transformarse en una tendencia egoísta que sólo busca placer y que hace del prójimo un objeto de disfrute y goce, sin respetar su dignidad de hijo de Dios, con la consiguiente desviación moral de las relaciones humanas y la depravación de la sociedad, pervirtiendo la dignidad de la familia y la honesta y fecunda unión entre el varón y la mujer. Cuando se generaliza este lenguaje erróneo, que en ocasiones obedece a una intención perversa, se desorienta a las personas, sobre todo a los adolescentes y a los jóvenes, sin experiencia y formación, y se corrompe la sociedad en sus fundamentos esenciales. Con este ejemplo, y otros muchos que se podrían aducir, se ve claramente la importancia del lenguaje en las relaciones sociales para edificar una sociedad al servicio de la persona humana, conforme al plan de Dios.



  SÍGANOS EN LAS REDES SOCIALES
Política protección de datos
Aviso legal
Mapa de la Web
Política de cookies
@2016 Editorial Ciudad Nueva. Todos los derechos reservados
CONTACTO

DÓNDE ESTAMOS

facebook twitter instagram youtube
OTRAS REVISTAS
Ciutat Nuova