Soy un pobre abuelo a vueltas con las nuevas tecnologías. Cuando cumplí 65 años, mis nietos me regalaron un iPad. Durante la comida no hacían más que discutir entre ellos sobre las cualidades y las prestaciones del artilugio en cuestión. Yo no entendía ni una palabra de lo que decían y, mientras esperaba a que alguien me lo tradujera, me preguntaba si no me habría equivocado de planeta o si nos habían invadido los alienígenas.
R. R.
El lenguaje de los nuevos medios se está difundiendo bastante, pero es prácticamente indescifrable para la mayoría de los que acaban de cruzar la frontera de la madurez. En cambio los jóvenes y los adolescentes se encuentran como peces en el agua en ese medio y aprenden a nadar espontáneamente.
En cuanto adultos, y sobre todo en cuanto educadores, tenemos la responsabilidad de reconocer como signos de nuestro tiempo estos instrumentos tecnológicos y acercarnos a ellos. De hecho, se requiere una mayor competencia para entender cómo y cuándo ponernos al lado de las nuevas generaciones para transmitirles con la palabra, pero sobre todo con la vida, esos valores que aguantan el paso del tiempo.
En un escenario histórico que nunca antes se ha vivido, también los jóvenes tomarán sus decisiones a la luz de tales valores en la dirección de un progreso personal y social auténticamente humano.
Pídales a sus nietos las explicaciones necesarias para entrar en contacto con esta nueva frontera de la civilización. Con el sentido crítico de alguien que ha vibrado con la aventura espacial y asistido al derrumbe de las ideologías, apreciará sus potencialidades e intuirá sus limitaciones, al menos en lo que concierne a sus necesidades diarias. Quizás experimente un verdadero “encuentro en la tercera fase”, pero verá que los alienígenas no son tan verdes como los pintan.
LÉANOS
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