Año de la Fe
María VoceDeclaración de María Voce, presidenta de los Focolares, tras el anuncio de la convocatoria del Año de la Fe hecha por Benedicto XVI el pasado mes de octubre (1).
Con sorpresa, gran alegría y gratitud he acogido, en nombre también del Movimiento de los Focolares, la carta apostólica «Porta fidei», mediante la cual el Papa convoca el Año de la Fe con motivo del 50° aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II.
Una vez más se siente el fuerte impulso del Espíritu Santo en esta iniciativa que llega oportunamente en este momento de la historia y de cambios en una sociedad sometida a grandes interrogantes y profundos desafíos. Los jóvenes de la JMJ, las familias, los trabajadores y los jóvenes que bajan a las plazas inauguran nuevas primaveras e invocan profundas reformas sociales; son signos que indican hasta qué punto la humanidad busca hoy el cambio. Me lo han confirmado también mis recientes viajes a Estados Unidos, Santo Domingo, Rusia, Eslovenia, Gran Bretaña.
«No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta» (2), escribe el Papa. Nosotros también lo advertimos profundamente como algo urgente y que exige esta conversión: vivir con especial intensidad la Palabra de Dios, empezando por “re-evangelizarnos” nosotros mismos y luego, quizás, también el mundo que nos rodea que, para volver a encontrar el sentido, «necesita no tanto personas cultas, sino sabias; gente llena de Espíritu Santo, de hombres verdaderamente evangélicos» (3).
Impulsados con mayor vigor aún por el “mandato” del Papa, nos hemos comprometido a volver a la radicalidad de los comienzos del Movimiento para volvernos a evangelizar nosotros mismos antes que nada y luego irradiar el Evangelio, con su fuerza de transformación, sobre la humanidad que nos rodea. Todavía hoy –como ya escribía Chiara Lubich en 1948– «el mundo necesita una cura de Evangelio, porque sólo la Buena Nueva puede devolverle la vida que le falta» (4).
