Economía y trabajo
Las empresas que siguen los criterios de la Economía de Comunión operan en el mercado normalmente, como cualquier otra; su originalidad aparece en el uso de los beneficios netos.
Todo congreso que reúna a especialistas en una materia obedece a la inquietud de “proponer” algo a la sociedad. Si no, ¿para qué se hacen? El que resumimos aquí, que se llevó a cabo a primeros de diciembre en Castelgandolfo, Roma, fue la tercera edición del “congreso internacional sobre economía y trabajo”. Para hacerse una idea, bastan dos datos: 700 participantes procedentes de los cinco continentes y traducción a doce idiomas. Los convocantes, como en anteriores ocasiones, eran los movimientos Economía de Comunión y Humanidad Nueva.
En pocas palabras, la Economía de Comunión (EdC), de la que solemos hablar en estas páginas, nació en 1991 en São Paulo (Brasil). Chiara Lubich propuso una respuesta de amor concreto a una necesidad concreta, ante el doloroso contraste que supone la riqueza de unos rascacielos rodeados por la extrema pobreza de las favelas (chabolas y chozas levantadas con barro y materiales de desecho), como si de “una corona de espinas” se tratara, definición que se atribuye al cardenal Evaristo Arns. El movimiento Humanidad Nueva, por su parte, tuvo su origen en los años 60 y obedece al compromiso de aquellas personas que, a la luz del “ideal de la unidad”, desean renovar la sociedad mediante actividades sociales, hasta llegar a transformar las mismas estructuras sociales.
Volviendo al congreso que nos ocupa, tuvo un desarrollo ya habitual en el ámbito de los Focolares: exposición de ponencias, numerosas experiencias encuadradas en el ámbito empresarial (trabajo, paro, resolución de conflictos laborales, etc.) y mesas redondas sobre temas precisos, como por ejemplo la que abordó “el trabajo, los conflictos y los derechos”, en la que participaron representantes de ONGs, profesores universitarios, un sociólogo y una representante de Cáritas de Argentina.
Con las ponencias se pretendía “proponer”, como decíamos al principio, las principales ideas que pueden revitalizar la economía y el trabajo tal y como los plantea la EdC. La empresas que siguen estos criterios operan en el mercado normalmente, como cualquier otra; su originalidad aparece en el uso de los beneficios netos: una parte se reinvierte en el desarrollo de la empresa misma, otra se destina a la ayuda de personas con dificultades económicas y una tercera se dedica a la formación de personas que ven en la “cultura del dar” un estilo de vida atractivo.