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Sinopsis

Juan Crisóstomo (345?-407), una vez consagrado obispo, se dedicó inmediatamente a lo que mejor sabía hacer: la predicación de la palabra de Dios. El mandato de Cristo a sus apóstoles: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes… enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado» (Mt 28, 19-20), había sido la principal ocupación de su trabajo sacerdotal desde los primeros momentos en dicho ministerio como miembro del presbiterio de la Iglesia en Antioquía. Al igual que otros grandes oradores de la antigüedad cristiana –Orígenes o san Agustín, por ejemplo–, el Crisóstomo también tuvo como suya la responsabilidad de comentar los distintos libros de la Sagrada Escritura. Las presentes homilías sobre la Carta a los hebreos, ofrecen una lección magistral sobre el sacerdocio de Cristo, el ministerio sacerdotal en la Iglesia y también respecto al sacerdocio común de todos los bautizados cristianos. El Obispo de Constantinopla es consciente de que sus explicaciones implican un eco que traspasa los muros del templo en el que realiza su predicación. Por ello el lector de estas homilías se encontrará con relativa frecuencia con que el Crisóstomo explica el sentido histórico que entrañan los textos bíblicos según el método de la escuela de Antioquía, pero de una manera profunda y práctica a la vez, intuyendo que sus homilías iban a tener lectores de todos los tiempos y lugares. Ciertamente todavía hoy se leen estas homilías con gusto y provecho. La presente traducción es la primera edición íntegra de la obra que se publica en lengua castellana.

Autor

Ordenado sacerdote en febrero del año 386, al comienzo de la Cuaresma, comenzó enseguida su actividad de predicador revelando una clara y profunda concepción del bautismo, debida por una parte, a su experiencia personal y, por otra, a la tradición que se hallaba presente en la Iglesia de Antioquía. "Boca de oro" fue llamado, precisamente por su carisma especial. Su auditorio en Antioquía y en Constantinopla, a menudo estallaba irresistiblemente en aplausos cuando le oía con su estilo brillante y popular, original, imprevisible y vivo. Pues bien, toda su extraordinaria oratoria, todos sus discursos, apuntaban a algo esencial: llevar a las gentes a la práctica del Evangelio, sin medias tintas. Él, que durante cierto tiempo, se formó con los ermitaños, en los alrededores de Antioquía, quería que se realizase aquella perfección de los monjes -aquella vida angélica, como él la llamaba-, en medio del pueblo, entre gentes de todas las profesiones y estados; en la ciudad, en las familias. Ésta era una de sus ideas dominantes. Por eso Juan Crisóstomo ha sido, con razón, definido como maestro de la vida cristiana para los laicos. Y no fue casual el que Juan XXIII lo proclamara "celestial patrón" del Concilio Vaticano II.

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Información

Publicado por:  Editorial Ciudad Nueva

Primera edición:  01 de agosto de 2008

ISBN:  978-84-9715-145-0

Páginas:  624

Formato:  20,5x13,5

Peso:  650





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